(Y
la vida entrelazada del General Alberto Salinas Carranza).
Por
el Capitán Piloto Aviador Enrique A. Guerrero Osuna.
En marzo de 1911 vino a
México una compañía norteamericana a dar demostraciones aéreas, se trataba de
la Moissant International Aviators, una especie de circo aéreo itinerante
quienes realizaron algunos vuelos en Monterrey, N.L., en la ciudad de México y
en el puerto de Veracruz. Como dato curioso, entre los aviadores venía una de
las la primeras aviatrices de los Estados Unidos, la señorita Arriet Quimby. El
presidente Francisco Madero asistió a una de esas demostraciones y quedo muy
impresionado por las evoluciones de los aparatos. En noviembre de 1911 fue
invitado a otra exhibición aérea, esta vez el aviador francés George Dyot le
propuso al señor Madero subirse a uno de los aparatos Deperdussin, cosa que él
aceptó de buena gana y sin ninguna reticencia ni formalidad alguna procedieron a efectuar un corto vuelo cruzando intrépidos
por el entonces diáfano cielo de Anáhuac convirtiéndose así en el primer jefe
de estado en el mundo en remontar los aires. Aquel Deperdussin se convirtió simultáneamente
en nuestro primer “avión presidencial”. Al terminar ese vuelo Madero iba ya
convencido de la utilidad práctica de la aviación. No tardo mucho tiempo en adoptar
medidas al respecto. Ordenó a sus ayudantes que se tomarán las providencias
necesarias para adquirir varios aparatos y para enviar a un grupo de jóvenes
mexicanos a que se prepararan para tripularlos con fines militares. Una idea de
por sí, muy novedosa.
Gustavo Salinas Camiña,
Alberto Salinas Carranza, Horacio Ruiz Gaviño, y los hermanos Juan Pablo y
Eduardo Aldasoro Suarez, fueron los
primeros cinco seleccionados, terminan sus cursos respectivos y obtienen sus
flamantes licencias, brevets se les llamaba en ese entonces, se regresan a
México y se encuentran con un país enfrascado aún en la guerra civil. En 1913
se suceden los acontecimientos que todos conocemos como la “decena trágica” en
la que después del “cuartelazo” del general Victoriano Huerta son asesinados el
presidente Madero y el vicepresidente Pino Suarez.
El señor Venustiano Carranza
nunca le gusto que lo llamaran “general” lanzó su famoso Plan de Guadalupe en
el estado de Coahuila, en el que
desconocía el nombramiento de presidente de la nación que el mismo general
Huerta se había otorgado.
Ante estos acontecimientos,
el joven teniente Alberto Salinas originario de Cuatro Ciénagas, Coahuila, se unió al movimiento carrancista y se le
encargo organizar una “flotilla aérea” con los tres aparatos adquiridos para
que sirvieran de apoyo a las operaciones constitucionalistas. Se le ordenó
pasar al estado de Chihuahua para ir a recoger los aviones Morane-Saulnier,
armarlos y ponerlos en condiciones de poder ser utilizados. Se contrataron los
servicios del ingeniero italiano Francisco Santarini para darles mantenimiento.
La idea era que los aviones ayudaran a obtener una rápida victoria en la toma de
la plaza de Torreón por las fuerzas villistas. De hecho por diferentes factores
los aviones no pudieron intervenir en aquellos combates.
Debido a una serie de
problemas entre el general Francisco Villa y el señor Venustiano Carranza que
finalmente desembocaron en la ruptura entre ambos jefes, el teniente Salinas y
su incipiente unidad aérea se vieron en la necesidad de tomar partido ante este
divisionismo interno y se inclinaron por seguir bajo las órdenes de Carranza.
La flotilla una vez más fue reasignada
a la península de Yucatán entrando finalmente y por primera vez en acción a
principios del año de 1915, participando en los combates del Ébano y
posteriormente en el estado de Tamaulipas. Me salta la incógnita de cómo le
hicieron los pilotos para atacar a las fuerzas enemigas, probablemente solo
realizaron vuelos de exploración y ubicación de fuerzas enemigas ya que los pilotos solo llevaban sus pistolas
reglamentarias incapaces de infringir daños de consideración, si hubo intercambio
de disparos quedaría como un antecedente más para nuestra aviación.
El día 5 de febrero de 1915
encontrándose por azares del destino la jefatura del Ejército
Constitucionalista en el puerto de Veracruz, el Primer Jefe tuvo a bien expedir un documento fechado en
el edificio de Faros, sede temporal del gobierno, en el cual se daba creación
al Departamento de Aeronáutica Militar dependiente de la Secretaría de Guerra y
Marina nombrando como primer jefe de ella al ahora recién ascendido a Mayor
Alberto Salinas dándole el título de Piloto Aviador Militar para los efectos
legales a que hubiere lugar.
El joven mayor tenía 23 años
y ya casado se dio a la tarea de cumplir con la orden que se le había
encomendado, con los recursos a su
alcance. Ya cuando se regresaron a la ciudad de México se le asignaron algunas
instalaciones precisamente en los llanos de Balbuena desde donde empezaron a
operar. Los aviones requerían de mano de obra muy especializada para su
mantenimiento y muy pronto se vio la necesidad de contar con talleres y mejores
instalaciones.
En la mente del mayor
Salinas seguía existiendo el anhelo que él tenía de organizar una escuela de
vuelo para entrenar a más pilotos, finalmente logró convencer al mando y el 15
de noviembre de 1915 fueron inauguradas simultáneamente la Escuela Nacional de
Aviación y los Talleres Nacionales de
Construcciones Aeronáuticas o TNCA.
El proceso de selección de
los primeros alumnos dio inicio por medio de una convocatoria a mediados del
año de 1915. Hubo 800 aplicaciones pero solo se seleccionaron a 27 alumnos.
Fueron citados para presentarse el día 7 de octubre en donde se les informó que
las clases comenzarían muy pronto. El día 15 de noviembre se llevó a cabo la
ceremonia de inauguración de cursos de la Escuela Nacional de Aviación, como se
le conoció al principio. Además de los aspirantes asistieron las autoridades
militares de la plaza así como los primeros instructores de vuelo Jorge Puflea
y Leonardo Bonney entre ellos. La ceremonia, que incluyó, como ya quedó
asentado con anterioridad, la inauguración simultanea de los Talleres
Nacionales de Construcciones Aeronáuticas, fue presidida por la señora Delfina Inés Duque
de Salinas, originaria de la ciudad de Cuzco, Perú, esposa del Mayor.
El primer director de la
escuela se dirigió a los aspirantes en estos términos: “Jóvenes, desde este
momento integraran el pie veterano de la escuela y que al abrazar esa carrera
debían estar inspirados por el mayor espíritu de servicio a la Patria,
observando disciplina y corrección en todo momento, instándolos a no ser menos
que los alumnos del Heroico Colegio Militar de Chapultepec.”
Posteriormente dieron inicio
los cursos. En agosto de 1917 se autorizó el primer reglamento interno para el
funcionamiento de la escuela y se cambió el nombre de Escuela Nacional de
Aviación al de Escuela Militar de Aviación, título que todavía ostenta en la
actualidad. El día 22 de febrero de 1918 se graduó el cadete Samuel C. Rojas
Razo obteniendo el título de Piloto Aviador número 1. A partir de esa fecha, la
labor docente en nuestra escuela rara vez se ha visto interrumpida hasta el día
de hoy.
Es necesario para mi ver en
retrospectiva estos logros al parecer pequeños, pero que requirieron una gran
fuerza de voluntad y entereza dadas las circunstancias históricas por las que
estaba pasando nuestro país. El rompimiento entre Villa y Carranza dio origen a
otra más de las luchas fratricidas entre las diferentes facciones contrincantes
y no queriendo extenderme en esta modesta presentación solo me gustaría agregar
que la Escuela Militar de Aviación milagrosamente logro sobrevivir a este “mare
magnum”. En los años 20es se tuvo una seria amenaza para desaparecer debido a
situaciones presupuestarias y después de la muerte del Varón de Cuatro Ciénagas,
como se le conoce a Carranza, la azarosa vida de nuestra escuela a duras penas
pudo continuar gracias al esfuerzo de un puñado de aviadores quienes contra
viento y marea lograron mantenerla a flote. Por diferencias políticas el
Teniente Coronel Alberto Salinas se exilió voluntariamente al Perú
desenvolviéndose en aquellas tierras como ingeniero constructor de carreteras,
regreso a su país en 1930 hasta su muerte en el año de 1970
La Escuela Militar de
Aviación ha pasado por varios cambios de ubicación, iniciando en la ciudad de
México en donde a su vez estuvo por varios rumbos, incluyendo la desaparecida
Escuela de Tiro de muy triste y tétrica memoria hasta que se instaló semi
definitivamente en los llanos de Balbuena. Se nivelaron los terrenos para que
los aviones pudieran despegar y aterrizar, incluso se construyeron varios
hangares a los que se bautizó con los nombres de aviadores famosos, costumbre
que sigue persistiendo en la actualidad. Al finalizar la década de los años
30as la escuela fue trasladada a Veracruz y después de una corta estancia la
regresaron de nueva cuenta a la ciudad de México. Posteriormente la vuelven a
cambiar ahora hacia la industriosa ciudad de Monterrey, N.L. quedando ubicada
en los terrenos de la ciudad militar a corta distancia del campo de aviación.
Siguiendo su peregrinar en el año de 1943 la envían a la plaza de Guadalajara,
Jalisco, quedando asentada en el antiguo casco de una hacienda, y luego ex convento
llamado del Espíritu Santo en la
confluencia de las calles Lafayette e Hidalgo en pleno centro de la ciudad,
hasta que se terminaron las nuevas instalaciones en la Base Aérea Militar No. 5 en Zapopán, Jalisco en 1953, lugar donde
se encuentran actualmente ya con edificaciones muy modernas que son un orgullo
para la Fuerza Aérea Mexicana.
Quisiera mencionar antes de
terminar que algunos alumnos fueron seleccionados para formar parte del Grupo
de Perfeccionamiento Aeronáutico en 1944 para terminar sus estudios en los
Estados Unidos e ingresar al Escuadrón Aéreo de Pelea 201 para participar en la
II Guerra Mundial.
El material de vuelo como es
natural también ha sufrido muchos cambios y actualizaciones, desde los Kantner
Moissant, los Bleriots y aquellos excelentes monoplanos y biplanos de
construcción nacional hasta llegar a los Stearman PT-17 y los clásicos North
American AT-6 durante la Segunda Guerra Mundial los cuales vieron pasar un sinfín de generaciones de
pilotos aviadores, hasta llegar a los actuales aviones turbohélices con lo
último en tecnología digital.
Sería demasiado presuntuoso
de mi parte tratar de reunir en tan corto tiempo tanta historia de aviación,
solo me resta agregar que en la Escuela Militar de Aviación no han cambiado ni
sus tradiciones, ni su apego al estudio ni la manera que tiene para formar
excelentes líderes, ciudadanos ejemplares y profesionales bien preparados. Para
todos los que hemos pasado por esas aulas es satisfactorio ver como cada
mañana, como hace exactamente 100 años, los aviones de nuestra escuela siguen
surcando el cielo de Jalisco, en su incansable afán de enseñar a los cadetes el
muy fino, muy elegante y muy distinguido, arte de volar.
Por
su atención, Muchas Gracias.