Por
el Capitán Piloto Aviador Enrique A. Guerrero Osuna.
Proviene del vocablo latino humilitas
que significa conocer las propias limitaciones y debilidades.
Para ser pilotos tenemos
primero que aprender a ser humildes. Eso significa aceptar que como seres
humanos no nacimos con alas, nos las tenemos que ganar para poder remontarnos
por los aires desafiando las leyes de la gravedad.
El vuelo para nosotros (los
humanos) requiere de ingenio, habilidad, destreza y humildad. Si aceptamos las
limitaciones de nuestros aviones, así como las de nosotros mismos y las
respetamos, vamos por buen camino, pero que no llegue el momento cuando
queremos rebasar los límites físicos porque el precio que debemos de pagar es
muy alto, eso ya lo entendimos. Sin embargo ese principio básico lo seguimos
infringiendo, inexorablemente una y otra vez.
Ser un piloto humilde
significa respetar lo que otros te han enseñado, significa disfrutar, aún en
medio de una tormenta la magia del vuelo, la belleza sin igual de esos
atardeceres que solo se pueden observar desde las alturas. Volando, la quietud de un amanecer te puede dejar sin
aliento y hacer rodar una lagrima de gratitud por presenciar las maravillas que
tiene nuestro mundo, es como observar una pintura de Monet o de Van Gogh o
escuchar la Flauta Mágica de Mozart.
En el interesante mundo de
la aviación tenemos personas que creen ser poseedores de todos los secretos del
vuelo y actúan soberbiamente en consecuencia, sin el menor respeto por los
demás comportándose como si fueran inmortales. La humildad como pilotos debemos
aprenderla en primer lugar de la observación de las aves, de nuestros
instructores; luego de otros pilotos que ya nos antecedieron; estudiando todo
lo relacionado a la aerodinámica, a la meteorología, a la navegación aérea
básica, es decir a navegar sin la ayuda de instrumentos electrónicos, sin depender
de un GPS, que va a resolver nuestros problemas. ¿Qué pasará si nos falla el
famoso aparatito? Si la pantalla se pone en blanco, como suele suceder.
Obviamente no vamos a saber qué hacer, no es exageración, está pasando todos
los días. Obviamente la utilización de un GPS tiene su lado práctico, pero a lo
que voy es que primero debemos aprender a defendernos nosotros solos en el aire
aprendiendo con humildad a navegar como lo hacían los que nos antecedieron, y
luego utilizar la tecnología a nuestro favor, de esa manera sabremos qué hacer
cuando las cosas se tornen complicadas. Cuando como pilotos confrontamos alguna
situación difícil y sentimos que esta fuera de nuestras capacidades y
limitaciones debemos ser lo suficientemente humildes y valientes como para
aceptar la realidad y dar la vuelta o detenernos (los pilotos que me están
leyendo saben muy bien a lo que me refiero). Si durante una aproximación
sentimos que no vamos confortables con nuestro desempeño o que los parámetros
no están dentro de lo normal, humildemente aceptemos nuestros errores y
efectuemos una “aproximación fallida” o si ustedes quieren: “una ida al aire” y
así nadie saldrá lastimado, excepto tal vez nuestro orgullo insensato de “capitán
mil horas” pero nada más. Eso sería humildad.
Vamos, el cielo no reconoce
en que escuela aprendimos a volar, o quien fue nuestro instructor, o cuantas
horas tiene de experiencia o en que avión volamos por primera vez, o si traemos o no un buen radar y mejor aún, de un piloto que lo
sepa interpretar, con humildad, o de cuáles
son nuestras creencias religiosas y filosóficas o de qué color es nuestra piel,
allá arriba todos somos iguales. Nada nos cuesta mostrarnos humildes y aceptar la grandeza de
la creación. De esa manera estaremos al menos buscando una armonía como las
aves cuando planean majestuosamente entre los riscos aprovechando las
corrientes ascendentes. Un alumno de aviación debe ser humilde para aceptar las
enseñanzas de su instructor y ponerse a estudiar como demente. Un instructor de
aviación debe ser humilde para aceptar a sus alumnos tal cual son, con sus
errores y sus fallas y sus diferentes personalidades, y tratar de enseñarles lo mejor de sí mismo.
Lo peor en la aviación es un instructor egocéntrico pues no tiene nada que
enseñar, igualmente lo peor sería un piloto que cree que ya lo sabe todo y se
niega a aceptar renovadas enseñanzas ya que el vivir es un proceso constante de
aprendizaje, aún a contra corriente de lo que dice el dicho: no hay nada nuevo
bajo el sol, pero sin embargo en aviación: todos los días se aprende algo nuevo,
eso es un hecho. Las primeras lecciones de humildad en la aviación las recibe
uno no bien las ruedas abandonan la pista en nuestro primer vuelo, esa
sensación lo vuelve a uno humilde. Es como en un velero sale uno por primera
vez al mar y al sentir como el viento hincha las velas nos embargamos con
absoluta humildad de esas emociones tan sublimes. A propósito; en un velero, si
el viento cambia y como no lo controlamos, tenemos que ajustar las velas, humildemente.
En una ocasión despegando de Guadalajara el controlador nos autorizó una ruta
totalmente estrafalaria y muy distinta a la que pretendíamos, calmadamente le
pregunte si no sería mejor otra ruta, comprendió su error, lo corrigió y me dio
las gracias, nadie salió lastimado. En otra ocasión platicando con uno de los
pilotos sobrevivientes del Escuadrón Aéreo de Pelea 201 (capitán Amadeo Castro
Almanza) sobre sus experiencias en la guerra y de cómo los considerábamos unos
“héroes”, el tranquilamente me aclaró: “nunca nos hemos considerado como
héroes, solamente fuimos pilotos aviadores militares que respondimos al llamado
de la patria para cumplir nuestro deber, íbamos dispuestos a todo, cinco de
nuestros compañeros no regresaron, eso fue todo” a eso llamo yo humildad.
La soberbia en la aviación,
como en otros ámbitos de la vida diaria, solo acarrea problemas. Proviene del
vocablo latino superbia o del francés orgueil que significa orgullo, altivez,
altanería, arrogancia, vanidad, presunción o petulancia. Es soberbia pensar que
después de un paro de motor inmediatamente después del despegue podremos
regresar, es soberbia pensar que podemos atravesar una zona de actividad
convectiva por muy grande y potente que sea nuestro avión. Es soberbia pensar
que puedo “soltar” (para que vuelen
“solos”) a 10 alumnos simultáneamente y es soberbia que el dueño o director de
la escuela me los asigne. Es soberbia pensar que somos incansables y que no nos
va pasar nada si extendemos un poco más las jornadas de vuelo. Es soberbia no
aceptar los consejos de otros pilotos con menos o con más experiencia que uno. El
Controlador de tráfico aéreo que se cree infalible peca de soberbio. El
mecánico que con solo apretar una tuerca cree que ya arreglo una fuga es
soberbio. El soberbio por definición nunca reconoce sus errores. Cuando alguien
lo crítica se defiende atacando irracionalmente. Nunca pide disculpas. La
soberbia no debemos confundirla con el verdadero orgullo.
Por lo tanto y en vista de
lo aquí esclarecido: declaramos a la soberbia como una verdadera plaga para la
aviación por lo que vamos a tratar por todos los medios humanamente posibles de
erradicarla. Y la respuesta es la humildad. (También se puede aplicar en la
vida diaria).
Pero eso no es tan fácil
como parece. Una tiene más adeptos que la otra. Veamos a nuestro alrededor y
observemos como ejemplo al azar a los políticos. Una vez que se sientan en su
“silla” ni quien los reconozca. Se vuelven soberbios a más no poder. Suficiente
con los políticos.
Volviendo y retomando
nuestro terrenal asunto: La humildad y la soberbia siempre van contrapuestas, se
odian mutuamente y las podemos encontrar en todos los campos de actividad
humana, no solo en los políticos, a
falta de una, la otra sale adelante, lo que si llegamos es a confundir comprensiblemente
a la humildad con la decencia, decentia significa el recato, la compostura y
honestidad de cada persona. No queriendo adentrarme más en ese asunto, para mi
pantanoso de la filosofía, los dejo con una última reflexión a manera de
colofón:
“La humildad es aceptarse y
aceptar a los demás como son, reconociendo las propias limitaciones o
deficiencias sin dejarse dominar por ellas”
Gracias
y hasta la próxima. Un saludo desde La Paz, B.C.S.