Sinfonía: pieza musical que
consta de al menos, de cuatro movimientos, a saber: “allegro, scherzo, minué y
rondó” (puede tener más o menos, dependiendo, pero eso es lo normal). Haydn,
Gustav Mahler, Anton Bruckner, Jean
Sibelius, Mozart, y Beethoven, todos ellos crearon grandes sinfonías.
Paralelamente, un vuelo tiene los siguientes “movimientos”: despegue, ascenso,
crucero, descenso y aproximación y aterrizaje. Todo debe ser ejecutado de
acuerdo a una “partitura” o a un “plan de vuelo” (como quieran).
Me llama particularmente la
atención el hecho de que una sinfonía está diseñada para que un equipo (en este
caso la orquesta) la desarrolle, igual, ni más ni menos que un vuelo, sea del
tipo que fuere, puede tratarse de un avión monomotor, de un vuelo de placer, de
un vuelo de instrucción, de una misión militar, de un vuelo comercial con
pasajeros, de un vuelo con carga, o de ayuda humanitaria, de un vuelo ejecutivo o transportando al
presidente de un país lejano (aunque a muchos presidentes no les guste por considerarlo
un gasto estrafalario) o simplemente de
un vuelo para aplicaciones agrícolas, en pocas palabras, de un fumigador. Atrás
de cada uno de esos eventos, por simple que parezca, existe un gran equipo que
vigila, supervisa y ayuda a que todo salga bien. Eso sí, una vez en el aire todos compartimos
el mismo cielo sin que nadie se preocupe de dónde venimos, en que escuela
estudiamos, quien fue nuestro instructor, o de cuanta experiencia u horas de
vuelo tenemos, allá arriba, todos somos iguales y nos afectan las mismas reglas
y los mismos fenómenos. El tamaño de nuestro avión, la potencia de los motores,
la cantidad de equipo que traigamos, la cantidad de horas de vuelo en la
bitácora, nada, absolutamente nada le interesa a la madre naturaleza. Por eso
debemos de ser humildes. La naturaleza no reconoce colores o sabores, ella solo
hace su trabajo y nada más y si alguien de nosotros nos atravesamos en su
camino, irremediablemente nos cobra un precio, a veces muy alto, pero no
perdona ningún error.
Algunos como se dice nacemos
o llevamos “la música por dentro” como el caso único de Wolfang Amadeus Mozart
que desde muy pequeño dio muestras de una maestría superior para la música elevándola
a regiones sublimes. A propósito, la palabra “música” proviene de “musa” por la
diosa Euterpe, y que consiste en una sucesión de sonidos modulados para recrear el
oído, naturalmente y dependiendo del estado de ánimo a veces preferimos
escuchar determinado tipo. A las notas de un son jalisciense, o para mi
escuchar la banda sinaloense de Don Cruz Lizárraga, sentimos hervir la sangre, y nos ponemos
alegres. Los balazos y los pleitos de cantina entre charros pueblerinos suceden solamente en
las películas de Jorge Negrete, pero como mexicanos seguimos prefiriendo la música nacional. De hecho el
mariachi es ampliamente buscado e imitado en muchas partes del mundo por sus notas
alegres y vivarachas.
Desde tiempos inmemoriales
para mí el ir a realizar un vuelo significaba, y aún significa, participar en
un ritual, si no sagrado, si envestido de la mayor seriedad. Esa es una
orgullosa herencia de mi Alma Mater, en donde se me enseño a tratar y a respetar
cada vuelo como si fuera una obra divina, una sinfonía si ustedes quieren,
aunque esa comprensión me llegó más tarde.
Cada vuelo es diferente. Tal
vez la “partitura” (manuales, Procedimientos Sistemáticos de Operación, listas
de check, etc.) sea la misma, pero las
condiciones son absolutamente diferentes cada vez que nos lanzamos a esa
aventura sin par y sin igual que significa el desafiar las leyes eternas de la
gravedad (el vuelo). Las aves saben volar, los humanos aprendimos a volar, eso
nos convierte en colegas (de las aves) pero cuidado, no debemos confundirnos, las
aves lo hacen intuitivamente, nosotros tenemos que aprender a volar, y no todos
tenemos las facultades o como dice un sobrino mío de Mexicali: “con los arreos necesarios”.
Para mí, un piloto nace, pero no lo sabe, tiene que descubrir esas cualidades y
si nunca lo intenta jamás lo descubrirá, por eso yo les digo a los jóvenes: “si
sienten el llamado del vuelo como tal, no la parafernalia económico-social que
lo acompaña, inténtenlo. Como nos decía un instructor de vuelo: “Son ustedes unos diamantes en bruto, más
brutos que diamantes pero los vamos a afinar”. Existen pilotos natos que ya
nacen con ese don y cuando lo descubren solo el cielo es su límite. El “barón
rojo” Manfred Von Richthofen, Max Immelman, Billy Bishop, Roland Garros, aquí
en nuestro país tuvimos a Alberto Salinas Carranza, a los hermanos
Aldasoro a Roberto Fierro Villalobos, a
Emilio Carranza y tantos otros que los siguieron y que dejaron una huella
imborrable en la historia de la aviación. Desde siempre el aprender a volar es
un sueño que muchos acariciamos, algunos lo llegamos a concretar, otros por múltiples
razones no logran materializar esa inquietud. En Alemania a finales del siglo
XIX y principios del XX, un pionero del vuelo, el ingeniero Otto Lilienthal
llevo a cabo más de 2,000 vuelos en sus planeadores, estudio con mucho
detenimiento el vuelo de las aves y lo que se sabía hasta entonces de
aerodinámica y lo aplicó a sus diseños, sus trabajos e ingeniería eran tan
buenos que no era posible encontrar un cabo suelto, el recubrimiento de las
alas era de algodón encerado tan bien colocado como el cuero de un tambor. Dicen
que el aire al pasar por las superficies de sus planeadores emitía notas
musicales, con aquella perfección no lo dudo. El mismo probaba sus planeadores,
se colocaba debajo de las alas y por medio de unos soportes para los brazos se
afianzaba de uno de los largueros quedando sus piernas colgando libremente. Se
subía a una colina y emprendía la carrera hacia abajo y una vez que alcanzaba
la sustentación necesaria, se elevaba por los aires. El único problema de
Lilienthal era el control, no tenía manera de subir o bajar o virar a un lado o
al otro, solo confiaba en el balance de su cuerpo. En uno de esos vuelos se
precipitó a tierra muriendo trágicamente de sus lesiones. Para mí Otto
Lilienthal es el primer hombre en lograr emprender el vuelo por sus propios
medios, adelantándose a muchos otros que siguieron sus pasos, tanto en Europa
como en el continente americano. Hoy en día aprender a volar es muy sencillo,
siempre y cuando cuente uno con los medios adecuados. Volar para el hombre no
es barato, nunca lo ha sido, pero con un poco de fuerza de voluntad y
perseverancia podemos lograrlo. En México existen muchas opciones para aprender
a volar, una de ellas son las escuelas de vuelo civiles que imparten sus
cursos, tanto en la ciudad de México como en otras ciudades de provincia. Los
costos para que los engaño, son muy altos aunque cada escuela tiene planes de
financiamiento. Por otro lado tenemos el medio militar a su vez con dos
opciones: La Escuela Militar de Aviación de la Fuerza Aérea Mexicana, o a
través de la Armada de México, aunque siguen métodos diferentes, ambas opciones
requieren de un esfuerzo bastante considerable en el rango académico, dicho
nivel académico es muy alto, de igual manera el curso de vuelo es muy completo
y con equipos de última generación. El aspecto físico de los cadetes también es
muy demandante, de manera que la enseñanza es integral. El costo económico es
cero, algo a considerar. Eso sí, al finalizar sus estudios tienen que servir
determinados años de servicio activo en las diversas unidades de la Fuerza
Aérea Mexicana.
Los norteamericanos han
desarrollado un sistema que facilita tremendamente el aprendizaje del vuelo,
tan es así que nos dicen que los terroristas del 11 de septiembre aprendieron a
volar sin ningún problema, en escuelas norteamericanas, si esto fuera cierto,
sería una ironía. Independientemente de esos acontecimientos, en los Estados
Unidos, y eso se los tengo que reconocer, consideran a la aviación como una
actividad prioritaria para el avance de su país. La impulsan (a la aviación) en
una forma completa, desde sus legisladores en Washington, hasta el último
granjero en Oklahoma, todos consideran a la aviación como una actividad que
merece el respeto y la atención nacional. Y les ha ido bien. A nivel mundial
son ejemplo de cómo se debe apoyar y desarrollar esa actividad y por supuesto,
sobre sale en este renglón. El sistema de Control de Tránsito Aéreo de los
Estados Unidos es el mejor del mundo. Punto. Yo he tenido modestamente
oportunidad de volar en varias partes del mundo y en ningún lugar me he sentido
con la confianza que a los pilotos nos proporciona el sistema norteamericano de
control aéreo, los controladores son absolutamente una gran ayuda para nosotros
los pilotos, desde notificarnos si tenemos mal tiempo en nuestra ruta, nos
sugieren las mejores desviaciones, etc. Y actualmente con los modernos sistemas
de navegación GPS nos permiten seguir rutas directas a cualquier lugar de los
Estados Unidos con las restricciones que imponen ciertas áreas muy transitadas. Una verdadera
hermosura.
Acá en nuestro castigado
país no es tan fácil. Sin embargo los Controladores de Tráfico Aéreo mexicanos hacen
lo que pueden con lo que tienen y son tan buenos como los de cualquier país de
la OACI (Organización de Aviación Civil Internacional), sin embargo la
legislación aérea mexicana ( todavía de los años 50as), no les permite mucho
campo de acción, y los restringe muchísimo. El sistema anticuado de rutas y radiales con Radio Faros Omnidireccionales,
mejor conocidos en el medio aeronáutico como VOR´s está a punto de desaparecer,
funcionó por muchos años, pero tenemos que darle paso a los sistemas modernos y la SCT y la DGAC se niegan a
aceptar estos cambios. Me da la impresión que la DGAC está dedicada a acabar
con la aviación. Desgraciadamente nunca en nuestro país ha sido una prioridad
apoyar y promocionar la aviación en todas sus modalidades, gobiernos van y
gobiernos vienen, y todo sigue igual o peor. Esta asignatura, la de atender a
la aviación, la seguimos teniendo pendiente.
Regresando a nuestro tema.
Tanto una sinfonía como un vuelo común y corriente son el resultado de un
trabajo en equipo, eso es muy importante. Si alguien de la orquesta desafina
echa a perder el trabajo de los demás, igual sucede en un vuelo, todos deben, o
más bien debemos seguir la misma partitura so pena de provocar un incidente, o
más grave aún, un accidente.
Parte de la preparación de
cada vuelo, al menos ese ritual me fue enseñado en la Escuela Militar de
Aviación, empieza desde el mismísimo momento que uno se levanta y tender su
cama, teníamos que preparar nuestro equipo de vuelo, overol, zapatos, piernera,
resumen de maniobras (o ruta, en su caso), y presentarnos en la línea de vuelo
con todo listo y prestigiados (bañados, rasurados y todo lo que terminará en
ado). Parecerá una exageración, pero los Instructores no nos perdonaban ninguna
omisión, creo sincera y orgullosamente que en mi Escuela eso sigue igual. En la
EMA al vuelo se le considera una actividad primordial, como en una orquesta la
ejecución de una sinfonía, ni más ni menos. He ahí para mí las similitudes.
Además, el volar es algo excelso, que debe ser ejecutado con toda la entrega
posible y como me fue enseñado: solo por el placer de disfrutar de ese
maravilloso arte.