Este blog: "CON LAS ALAS EN MI PECHO" recibió del CAP. P.A. ENRIQUE GUERRERO OSUNA el siguiente relato, el cual agradecemos mucho
El tan solo pretender o
tratar de tener algún control sobre la madre naturaleza por supuesto es una
gran falacia. Sin embargo existen algunos dispositivos modernos en donde
gracias a los avances tecnológicos podemos “simular” la excelsa sensación del
vuelo real, con algunas limitantes. Desde que el hombre es hombre decidimos que
podíamos imitar el vuelo de las aves. Leonardo Da Vinci llevo a cabo un sin
número de estudios, cálculos y experimentos sobre la idea de poder volar,
ninguno que se sepa lo llevo al terreno de los hechos, todo quedo sobre el
papel, o sobre un pergamino. Sus dibujos están considerados como una obra de
arte, algunos científicos han tratado de copiar esos diseños y echarlos “volar”,
pero han fracasado, tal vez no hemos sabido interpretar correctamente lo que
Leonardo nos quiso transmitir o ese hombre ilustre estaba demasiado avanzado
para su tiempo. Esa asignatura la tenemos pendiente.
Al paso del tiempo, tanto en
Europa como en el continente americano hubo individuos que decidieron tratar de
vencer esos obstáculos, y se lanzaron al aire. Al principio solo se
experimentaba con planeadores, Otto Lilienthal realizó muchos vuelos en los
aparatos de su propia invención, utilizando sus piernas como tren de aterrizaje
se dejaba llevar por las corrientes de aire tratando de imitar a las aves. Pero
no lograba permanecer mucho tiempo planeando. Necesitaba alguna manera de “propulsión”.
Tal vez inspirado por Da Vinci intentó diseñar una especie de aparato volador
batiendo las alas, una especie de “ornitóptero”. Ya sabemos que eso tampoco
funciono, no es fácil imitar la perfección de la naturaleza. Aquellos aparatos
carecían de lo que ahora conocemos como “poder de levantamiento”. Llegaron los
Bleriot y los hermanos Wright, le pusieron un motor rudimentario a sus
planeadores y finalmente pudimos “despegar”. De allá para acá, el desarrollo ha
sido simplemente sorprendente.
El entusiasmo por el vuelo
sigue igual. Es lógico, no hay nada que se le pueda comparar. Navegar en un
velero se le acerca muchísimo, pero en el mar, como en la tierra, solo tenemos
una dimensión. De hecho las alas de un avión y las velas comparten el mismo
principio aerodinámico, a través de un
desbalance de fuerzas producen un movimiento. Debo confesar que el sentir la
presión del viento en las velas también es una sensación hermosa, se puede
embriagar uno tanto como con el vuelo.
Cuando no se puede volar, se
puede velear, cuando no tenemos ninguna de las dos cosas, podemos recurrir a los “simuladores”.
Un simulador no es otra cosa
que un dispositivo que nos permite realizar, sin despegarnos del suelo, la idea
de llevar a cabo una actividad que de otra manera nos resultaría muy onerosa,
cuando no imposible de realizar. Es decir, que desde la comodidad de un sillón
podemos practicar cualquier pasatiempo que se desee sin salir de su casa.
Actualmente existen simuladores para todo. Un buen día un ejecutivo de uno de esos
bancos dedicados a esquilmarnos me propuso un “simulador” para un préstamo y ya
saben cómo es eso, -“usted solo nos firma por tantos años”- (normalmente sale
uno pagando casi el doble de lo que nos prestan), pero lo que me llamo la
atención fue el término que utilizó: simulador, o sea que solo íbamos a
pretender como si yo fuera a recibir ese dinero, para poder engatusarme más
fácil.
A lo que voy es que
simulador es sinónimo de “pretender”, “suponer”. Pues bien, en el interesante
mundo de la aviación también tenemos nuestros “simuladores” cuyo objetivo
practico es entrenar a los pilotos sin incurrir en los gastos que generaría la
utilización de los aviones reales. Eso sí tiene mucho sentido. Los hay de todos
tipos, colores y sabores. Desde los más elementales para la computadora
personal hasta los más sofisticados que no le piden nada a los aviones
modernos. Algunos son estáticos, es decir, no tienen movimiento, todo lo
simulan en una pantalla, hasta llegar a los nuevos aparatos que son tan reales
que no necesita uno volar en el avión, los movimientos los realizan por medio
de brazos o actuadores hidráulicos sincronizados por una computadora que los
hace desplazarse en las tres dimensiones. Al terminar su adiestramiento los
pilotos pasan directamente a la línea de vuelo, sin haber volado en el avión
real.
En el mundo de la aviación a
los simuladores los conocemos coloquialmente como: “cajones” o “cajas” pero a
muchos se nos quita la sonrisa cuando nos programan una sesión en un cajón ya
que se ponen a prueba nuestros conocimientos y habilidades. Como ya quedo
establecido, existen muchos tipos de simuladores y por lo general cada tipo de
avión tiene el suyo. Los helicópteros también tienen su simulador, los aviones de combate también
tienen su simulador, es más hasta el transbordador espacial tiene su simulador.
En una sesión de práctica a la tripulación se les da una presentación en el
salón de clases, en donde se discuten las maniobras a realizar y en forma
general se establece la tónica a seguir. Posteriormente ya en el simulador en
si se tienen que llevar a cabo las mismas revisiones y listas de comprobación
tanto para antes del vuelo como para el arranque de motores. Durante la carrera
del despegue puede suceder que falle un motor o algún otro componente, una vez
en el aire se pueden presentar condiciones de formación de hielo, turbulencia,
etc., como yo les digo a mis alumnos: “el
chamuco nunca duerme”. También se pueden presentar fallas eléctricas, hidráulicas,
de presurización, de instrumentos, hasta ataques cardiacos a algún miembro de
la tripulación. Luego se practican las aproximaciones con buen tiempo y con mal
tiempo, con uno o con dos motores, de día de noche, en la penumbra, etc. Casi
todo lo que puede fallar en un avión se trata de reproducir para que los
pilotos sepan identificar y corregir una situación de emergencia, y en su caso
llevar el avión a tierra con seguridad. Ese es el quid del asunto, que puedan
salir caminando.
Mi primera experiencia, o
más bien mi primer encuentro con los simuladores la tuve en la Escuela Militar
de Aviación. En esa época (no hace mucho) se utilizaban los típicos “Link”, por
el nombre del fabricante. Estos simuladores provenían de la Segunda Guerra mundial,
sin embargo eso no desmeritaba en nada su eficacia para entrenar pilotos
militares. No tenían ningún tipo de computadoras, todo se movía a base de
motores eléctricos e hidráulicos. El “cajón” en si para darle una apariencia
más aeronáutica le colocaron una especie de alas cortas y su conjunto de cola,
lo cual ahora que me lo imagino le daba una similitud con los avioncitos de
feria. Para nosotros la cosa era más seria. Sentarnos encerrados en uno de esos
cajones nos daba algo de temor ya que el contacto con el exterior era solo a
través de los audífonos en donde recibíamos instrucciones de nuestros
instructores, así como de las señales de radio para navegar, era una obscuridad
total. Y así fue como aprendimos a
“volar por instrumentos”. Lo bien aprendido jamás se olvida.
Actualmente puede uno
acceder a uno de esos modernos simuladores ¡caminando tranquilamente! Por medio
de un puente nos introducimos a la cabina la cual es idéntica, hasta en los más
mínimos detalles, al avión que vamos a
volar, luego el instructor nos pregunta: “¿saben cuál es la diferencia entre el
simulador y el avión real?”…¡Ninguna!, nos dice, solo el recibo de la luz.
En un simulador se pueden
enseñar todo tipo de maniobras sin ningún riesgo, desde las más elementales,
hasta las más complejas y practicarlas una y otra vez hasta dominarlas sin
gastar un solo litro de combustible. Podemos utilizar indistintamente cualquier
aeropuerto del mundo y algo muy importante: bajo cualquier condición
atmosférica. De ahí proviene mi mención en el subtítulo de este artículo, ya
que el instructor puede manipular a su criterio las condiciones atmosféricas
reinantes, se puede hacer de día o de noche, bajo las estrellas o bajo un sol
abrazador (como en Mexicali), algo así como si fuéramos un “mago del clima”, de
manera que como instructores de simulador podemos pretender poder cambiar la
naturaleza, sin embargo, en la vida real, se le debe tener mucho respeto. Con
oprimir un botón les puedo demostrar las terribles consecuencias de enfrentarse
a una tormenta.
Un instructor de simulador
debe tener el criterio suficiente para utilizar correctamente las opciones a su
disposición y apegarse estrictamente a los manuales y procedimientos
establecidos tanto por el fabricante como por el operador, y desarrollar su trabajo en forma ética y
responsable.
Un simulador de vuelo es un
arma poderosa para incrementar exponencialmente la seguridad en las operaciones
aéreas, no son nada baratos, pero las ventajas de su adecuada utilización son
inmensas. Antes de la invención de los simuladores todo se tenía que hacer
físicamente en los aviones, eso salía muy caro, pero no había de otra. En los
años 50as, 60as, 70as y aún en los 80as, no había compañía de aviación que no
mandara a sus pilotos a tomar un curso de vuelo por instrumentos a un
simulador, después se entrenaban en el avión que iban a volar. Todo eso ya
cambio para mejorar. Ahora los pilotos ni siquiera ejecutan una sola hora de
vuelo en los aviones que habrán de tripular, desde el simulador se les entrena
a plenitud, cubriendo todos los aspectos que involucra una operación normal,
con otra ventaja, se pueden practicar todas las emergencias que el fabricante
del avión tenga consideradas y algunas más sin incurrir en riesgos, se puede cambiar de un aeropuerto
a otro con solo seleccionarlo y como ya lo mencione anteriormente, el
instructor puede manipular el tiempo meteorológico, así, podemos poner un día
soleado en Puerto Vallarta, niebla en Tijuana, tormentas en Guadalajara, un día
especialmente caliente en Nueva York, llovizna en el Charles de Gaulle de
Paris, etc., etc. Eso no tiene límite, solo los que nos marque el software.
Sin embargo, debido a la
ocurrencia de algunos accidentes en aviones muy modernos, se ha detectado una
gran dependencia de los pilotos hacia la automatización, lo que a su vez
provoca descuidos y complacencia. Tenemos muchos ejemplos de lo anterior, pero
para ilustrar mi punto simplemente les voy a mencionar dos de ellos. Un Airbus
330 de la compañía AirFrance volando entre Rio de Janeiro y Paris se topó en medio del Atlántico con un sistema muy
extenso de tormentas. Los pilotos no hicieron el menor esfuerzo por evadirlas,
más bien decidieron volar directamente hacia ellas y tratar de atravesarlas. Grave
error de apreciación. Conforme fueron internándose en el mal tiempo empezaron a
experimentar turbulencia severa, lluvias intensas, formación severa de hielo,
de tal suerte que las computadoras del avión empezaron a recibir datos falsos y
erróneos que confundieron a su vez a los pilotos. Debido a su falta de experiencia en este tipo de
situaciones no supieron y no pudieron corregir su predicamento, por lo que el
avión se precipitó al mar llevándose consigo todas las almas abordo. El
misterio rodeo por mucho tiempo este accidente hasta que fueron recuperadas las
grabadoras de voz y de vuelo y poco a poco salieron a la luz todas las fallas,
mayormente humanas que provocaron la tragedia. Con el tiempo la compañía
AirFrance tomo estrictas medidas de seguridad para corregir lo anterior y tratar
de prevenir la ocurrencia de otro accidente igual.
San Francisco. Un avión
Boeing 777 de una compañía coreana de aviación durante una aproximación con
tiempo extremadamente claro, se impactó unos metros antes de la pista,
derrapándose posteriormente hacia los límites del aeropuerto. Afortunadamente
ninguno de los ocupantes sufrió daño alguno, solo una pobre pasajera que
después de la evacuación de emergencia fue atropellada por un camión de
extinción de incendios. Este accidente, totalmente prevenible se debió a un
inexplicable error humano. El capitán al mando les explicó a las autoridades
que jamás había realizado una aproximación visual a ningún aeropuerto. Esto a
muchos les puede sonar raro y tal vez increíble, pero eso se debe a que
actualmente en los simuladores de vuelo todo se hace en situación de vuelo por
instrumentos, confiando plenamente en las computadoras de abordo, sin siquiera
echar una ojeada al exterior del avión. Como les digo, esto suena raro, pero
consideren lo siguiente: antiguamente a los pilotos se nos enseñaba a volar
“por contacto visual” es decir en todo momento teníamos a la vista el terreno,
la excepción era “volar por instrumentos” o “a ciegas” como les dicen algunos,
ahora es exactamente al revés, a los pilotos los acostumbran a estar siempre
pendientes de sus pantallas digitales y luego si les sobra tiempo, voltean
afuera. Por no llevar a cabo esta vigilancia elemental un capitán de Aeroméxico
se llevó un poste en el aeropuerto de la ciudad de México, por ir hablando por
su celular. Esa llamada resulto carísima en daños. Claro, eso no lo aprendió en
el simulador.
Si consideramos los actuales
avances cibernéticos volar en un simulador o volar en la vida real no tiene
ninguna diferencia, con la ventaja que en el primero con solo tocar una
pantalla podemos “congelar” alguna situación potencialmente peligrosa para
analizarla y que los pilotos la recapaciten, en cambio, en la vida real eso no
se puede hacer.
Con la mayor tranquilidad
podemos adquirir un simulador de vuelo para nuestra computadora y dedicarnos a
jugar con él a nuestra discreción, pero de eso a subirse a un simulador de un
avión moderno existen algunas
diferencias. De inicio le digo, para nosotros los pilotos recibir un
adiestramiento en uno de ellos reviste la mayor seriedad, simplemente lo
consideramos como si fuera un avión real y todo se lleva a cabo de acuerdo a
esa premisa, de hecho si algún piloto reprueba alguna fase de su adiestramiento
en el simulador, se le pone en tierra, y se repite su adiestramiento, en el
mejor de los casos.
A principios del siglo XX,
en los inicios de la aviación, hubo cinco jóvenes mexicanos que fueron enviados
a una escuela de Nueva York a aprender a volar, (Enrique y Eduardo Aldasoro,
Horacio Ruiz, Gustavo Salinas Camiña y Alberto Salinas Carranza), ellos mismos
fueron los que posteriormente fundaron la Fuerza Aérea Mexicana. En esa época no
tuvieron la ventaja de poder volar antes en un simulador porque simplemente no
existían, todo lo aprendieron sobre la marcha en sus mismos enclenques
aparatos, es más, en el avión nadie les demostró cómo despegar y aterrizar, (no
había lugar para el instructor), su primer vuelo fue su primer “solo”. Andando
el tiempo los cinco completaron sus estudios y obtuvieron sus licencias, se
regresaron a México, y sirvieron durante la Revolución Mexicana. Los
simuladores para los pilotos militares llegaron hasta después de la Segunda
Guerra Mundial. En la Escuela Militar de Aviación durante los años 50as, y
60as, aparte de los ya mencionados entrenadores Link, se colocaba un avión
North American AT-6 en la plataforma frente a los hangares, en línea de vuelo
pero sujeto al suelo con anclajes, de tal manera que podíamos practicar todos
los procedimientos y listas de check, incluyendo arranque, pruebas y la
operación del tren de aterrizaje y los flaps, así como la utilización del
radio, etc. A este avión le apodamos con toda razón: “el cautivo”. Si ustedes
quieren para nosotros este era un simulador. Muy efectivo.
Actualmente tanto los
pilotos que vuelan un planeador, un helicóptero, un avión de combate, un
monomotor privado, un bombardero, un avión de carga, hasta el más moderno avión
de pasajeros, utilizan un simulador. Los simuladores de vuelo llegaron para
quedarse, son una parte esencial de los programas de adiestramiento y seguridad
de todas las compañías aéreas, y lo más probable es que los vayamos a seguir
utilizando por muchos años más para bien de la aviación.
Muchas gracias mi CHARRO...
CAP. P. A. ENRIQUE GUERRERO OSUNA