Por el Piloto Aviador Enrique A. Guerrero Osuna.
De niño (no hace mucho) cuando escuchaba hablar sobre el África
no puede uno menos que imaginarse la selva, los leones, los elefantes, las
jirafas y los gorilas sin faltar Tarzán
viajando de liana en liana. África es eso, pero mucho, mucho más. Aparte
de esas imágenes estereotipadas (podemos prescindir de Tarzán) en aquel enorme
continente al norte existen grandes extensiones desérticas, el Sahara comprende
vastos territorios desolados con escasas poblaciones y que por años
permanecieron aislados hasta que los europeos, principalmente los portugueses, iniciaron su exploración. Ya en
el siglo XX los franceses se empezaron a
adentrar en lo desconocido estableciendo rutas aéreas que partían de Toulousse
haciendo escala en España para de ahí saltar hacia Casablanca en Marruecos. Uno
no tiene más que leer a Antoine de Saint-Exupery para darse cuenta del valor de
aquellos aviadores. De la famosa ciudad de Casablanca los pilotos de la línea
Latecoere, posteriormente Aeropostale, proseguían hacia Dakar en la costa de
Senegal. Una vez que se cruza el Ecuador las cosas cambian dramáticamente.
Aparece la misteriosa selva africana con todos sus peligros. Muchos han sido
los exploradores que se adentraron en lo que el escritor Joseph Conrad llamó: “The hearth of darkness” o si quieren: “El
corazón de las Tinieblas”. Esa si es el África negra. Le puissant Congo. Así llegamos al poderoso
rio Congo. 4,700 kilómetros de longitud, atraviesa 4 países y deposita algo así
como ¡41,000 metros cúbicos por segundo en el Océano Atlántico! Eso sin duda lo
hace el rio más caudaloso del mundo. En su recorrido atraviesa igualmente dos
veces el Ecuador una vez de sur a norte y luego invierte su trayectoria de
norte a sur atravesándolo de nuevo. Divide a lo que llamo yo “los dos Congos”,
por un lado el Congo francés y por el otro el Congo belga. La capital del
primero es Brazzaville y la del segundo Kinhasa, solo los dividen 5 millas del
enorme caudal. La razón por la que este rio es tan caudaloso quizá se deba al
hecho de que durante las 24 horas del día en algún lugar del rio está cayendo
una tormenta y no deja de llover.
Por aquellos raros azahares del destino de un piloto fui a
dar con mis huesos a Brazzaville. Pero ¿Qué hace un paceño en el Congo? Permítanme
explicarme, pero antes un poco de historia. El explorador francés Pierre Savorgnan de Brazza
fundó un pequeño poblado en lo que se conoce como “la alberca Stanley” (Stanley
Pool) en el rio Congo, posteriormente este sitio devino en la ciudad de
Brazzaville, capital de la República del Congo. Debido a la crisis desatada a
raíz del cierre de AeroCalifornia en La Paz, B.C.S. me vi forzado a aceptar un
trabajo al “otro lado del mundo”, en Sudáfrica. Ellos andaban buscando
capitanes para volar sus aviones DC-9 exactamente del mismo modelo de los que
volábamos en AeroCalifornia. Les mande mi Curriculum Vitae, se interesaron y un
buen día me encontraba yo caminando plácidamente por el malecón de La Paz
cuando recibí una llamada desde Johannesburgo diciéndome que les interesaba mi
experiencia. Nos pusimos de acuerdo en los detalles, me mandaron mis boletos de
avión y de paso me enviaron a Miami a tomar un entrenamiento periódico en el
simulador y para que me hiciera un examen de vuelo un inspector de la SACAA
(South African Civil Aviation Authority) equivalente a la DGAC en México. Lo
pase junto con un piloto norteamericano. Nos trepamos en un MD de la compañía y
allá nos fuimos. Éramos 5 pilotos para cruzar el Atlántico, nos fuimos
turnando. Volamos de Miami a Barbados, de ahí a las islas de Cabo Verde,
concretamente aterrizamos en la Isla de Sal, territorio portugués. Cargamos
combustible y de ahí nos dirigimos a la Isla Sao Tome, ya en África frente a
las costas de Guinea. De este lugar volamos hasta Johannesburgo, un total de 24
horas de vuelo. Como eso para mí era una aventura, la mera verdad ni sentí
pasar el tiempo. A partir de Miami, todo era nuevo. Barbados es una isla
preciosa, es famoso el ron. El cruce del Atlántico totalmente aburrido, sin
referencias visuales, la Ile de Sal me pareció un lugar triste y desolado, con
guardias portando sus AK 47 por todo el aeropuerto, igual Sao Tome, pero un
poco mejor. A partir de aquí fuimos recorriendo la costa occidental de África
hasta llegar a Zudafrika, como la llaman los afrikáans, aterrizando sin
novedad. Aquí me paso algo muy curioso, y que no vino a manifestarse hasta
mucho tiempo después. Al llegar al aeropuerto OT Tambo de Johannesburgo al
checar las autoridades de aduana y migración no nos pidieron nuestros
pasaportes, entramos como se dice vulgarmente “sin tocar baranda”. Andando el
tiempo al intentar salir como pasajero común y corriente hacia Paris, me
llamaron para preguntarme ¿Qué cómo había entrado yo al país? Porque no existía
ningún record de mi entrada. Menudo problema que fue resuelto por un
representante de mi empresa y me dejaron continuar mi vuelo.
Una vez hechos todos los cursos habidos y por haber,
presentado los exámenes escritos ante la SACAA, salimos, el piloto
norteamericano y yo con nuestros flamantes Certificados como Pilotos de Línea
Aérea Sudafricanos. Para mí fue todo un logro. Andando el tiempo en mi compañía
se dieron cuenta que yo hablaba un poquito de francés, habiendo estudiado en la
Alianza Francesa en La Paz, ellos requerían de un capitán en el Congo, y sin
más fui a dar a Brazzaville. Al llegar al aeropuerto fui recibido por un viejo
amigo, digo viejo en el sentido de que
ya lo conocía yo desde que estuve en Kuwait (esa es otra historia). Me
los encontré en el despacho discutiendo, unos hablando en inglés, los otros en
francés y gesticulando a señas sin que aparentemente se pudieran poner de
acuerdo. De entrada les pregunté en francés que si tenían un problema, al escucharme el representante de la compañía
congolesa Mistral Aviation se le ilumino la cara, ¿es que usted habla francés? Me
pregunto políticamente, ¡Oui! -Le dije-
el suficiente para meterme en problemas –agregué- soltó una risa tan
estentórea que el gerente de Global Aviation , mi compañía (nada que ver con la
compañía mexicana) me dijo: “de aquí en adelante vas a ser mi traductor”. Y
como decimos en México: “de ahí pal real”. Cada vez que había problemas de
comunicación entre sudafricanos y congoleses, me llamaban a la oficina. De
hecho, era una misión un tanto cuanto comprometedora, imagínense si hubiera
hecho una mala interpretación. Realmente el gerente de Mistral Aviation, que
era la compañía a la cual prestábamos nuestros servicios, llego a estimarme y
me hablaba de vez en cuando para platicar sobre aviación, en francés.
En Brazzaville me di cuenta que el acento que aprendí en la
Alianza Francesa de La Paz era reconocido de inmediato por la gente común y
corriente, esto es, taxistas, meseros, etc. En una ocasión en los departamentos
donde vivíamos se fue la luz, me salí y le pregunte al encargado que ¿qué
pasaba con la corriente eléctrica? Y me dijo: le problem est le carburant Monsieur. (El problema es el
combustible señor) se refería al combustible de la planta generadora, sin ella
no teníamos nada. Imagínense en el Congo sin luz y sin aire acondicionado. Yo
no sé los sudafricanos como aguantaron tanto, yo veía a las sobrecargos salirse
a espantar los moscos, de hecho una de ellas contrajo la fiebre amarilla en su
primera etapa, yo mismo la lleve a la clínica, solo le comenté: “no siga
durmiendo sin mosquitero”. A propósito: todas las líneas aéreas del mundo
llevamos a cabo lo que entre pilotos conocemos como “briefing” que no es otra
cosa que una reunión de todos los integrantes de una tripulación para analizar
los detalles del vuelo, cuestiones de seguridad, evacuaciones, etc. Como Piloto
al Mando yo era el responsable de conducir dicha reunión. Tuve que aprender a
darlo en inglés y en francés debido a las múltiples nacionalidades de los
integrantes de mi tripulación, había sobrecargos del Congo que no entendían ni
“j” de inglés.
La vida en Brazzaville siguió su curso, las condiciones, por
decir lo menos, eran deplorables, el calor sofocante, la humedad al 100% y todos los días la atmosfera
presentaba una especie de bruma que hacia palidecer al sol. Volábamos todos los
días de lunes a viernes, a veces hasta el sábado, desde las 0600 de la mañana
hasta bien entrada la tarde. Lugares como Pointe Noir, Dolissie, Ouesso,
Impfondo, se hicieron familiares, entrar y salir desafiando las tormentas
ecuatoriales, afortunadamente en el aeropuerto de Maya Maya en Brazza y en
Pointe Noir en la costa del Atlántico contaban con el sistema ILS para
aterrizar por instrumentos, los demás aeropuertos teníamos que entrar a puro
pulso. En una ocasión efectuando una aproximación ILS con mal tiempo en Pointe
Noir, me di cuenta que una referencia visual que yo usaba siempre (una
refinería bastante notoria) me quedo del lado contrario, para esto iba volando
con un capitán sudafricano recién ascendido,
-algo no está bien aquí- le comenté, -vámonos al aire- le dije
claramente, el me obedeció e inicio una aproximación fallida, durante la
maniobra pudimos observar como la pista nos quedaba totalmente a la derecha de
la trayectoria que llevábamos, le comente lo anterior al controlador y me dijo:
Je sui desolé Monsieur (Lo siento) , al ILS le están dando mantenimiento y se
encuentra temporalmente fuera de servicio.
Circulamos y aterrizamos sin novedad. Esto es África, me dijo el capitán
sudafricano.
Los franceses en sus colonias dejaron entre otras cosas: su
idioma, su gusto por el pan y el buen vino. El Congo no es la excepción.
Incluso en Brazzaville me encontré con un Centro Cultural Francés en pleno
centro de la ciudad, con biblioteca, actividades culturales, teatro, internet,
y un café con terraza en donde servían buenos platillos acompañados de buen
vino, cerveza a buen precio, para mí era un oasis en medio del mare magnum de
la caótica ciudad. La experiencia fue única. Yo veía sin embargo que mis
compañeros sudafricanos sufrían amargamente, me imagino que soportaban aquel sacrificio por la paga, no
los critico, las condiciones no eran las mejores. Durante los descansos a mí y
al gerente de la estación nos gustaba mucho salir a caminar por los
alrededores, íbamos al malecón de Brazza (diminutivo de Brazzaville) y en la
bruma distinguíamos con dificultad la otra orilla, Kinhasa. Un día le dije:
“Willhem, ese era su nombre, vamos a cruzar al otro lado” –ni se te ocurra – me
dijo- Too many problems in the other side- fue su corta respuesta. Ahí quedo la
cosa. Al poco tiempo llego mi nombramiento como “Check Airman” por el mismo
boleto, es decir el cargo es honorario, lo cual significaba que yo tenía que
checar a todos los pilotos de Global que iban al Congo. Me imagino que no era
común ver a un piloto mexicano, checando a los pilotos sudafricanos para que
volaran en esta parte del continente. Varios aeropuertos tenían sus propios
problemas para operar en ellos. Dolissie, Ouesso e Impfondo no contaban con
ningún tipo de ayuda, sin torre de control, sin radio ayudas, sin edificio,
solo una plataforma para estacionarse, y eso solo un DC-9. Los pilotos
sudafricanos se mostraban reacios a volar a esos sitios. Como carecen de
cercado en los linderos, la gente se cruzaba por media pista como si nada. Una
vez uno de ellos me comentó: “Captain in Ouesso there is not a fire brigade” (Equipo contra incendios) - Yo le conteste:
-espero no necesitarla- La realidad, como se lo demostré es que si había un
carro contra incendios, lo que pasa es que estaba en zancos sin llantas, todo
desvencijado, pero ahí estaba. Eso era África. ¿La navegación? Los aviones contaban con un
GPS, sin embargo yo trazaba mis rutas al estilo antiguo, “rumbo, tiempo, velocidad y distancia” nunca fallan,
y la verdad sea dicha, siempre encontré mis aeropuertos en medio de la selva,
el de cómo se hacia el desembarque y abordaje de los pasajeros es otro cuento.
Los boletos, no es broma, se vendían en la puerta del avión, teníamos que
esperar hasta el último momento para elaborar el despacho de “mass and balance”
peso y balance. Los sudafricanos siempre dudaban de los despachadores
congoleses, yo solo les decía: “ellos hacen su trabajo, nosotros el nuestro”.
Muy respetuosos, a mí me decían: “Monsieur le commandant dabord mexicaine”. El
respeto se lo debe uno ganar, no con gritos ni aspavientos, sino demostrando a
nuestra vez respeto por el trabajo de ellos. En mi último vuelo les regalé
todas mis camisas del uniforme que yo utilizaba, es más, hasta los zapatos
también se los obsequie. Acostumbrados a los pilotos sudafricanos secos y
malhumorados, un poco de gentileza realmente lo supieron apreciar y así me lo dieron a entender. Eso
para mí fue paga suficiente, más de lo que Global hacía por mí. Cuando me
tocaban mis descansos mi vuelo de regreso era: Brazzaville- Paris- México-La
Paz, un vuelo de 24 horas, sin tomar en cuenta las escalas, pero valió la pena
el sacrificio. La experiencia fue inolvidable. Si la oportunidad se volviera a
presentar, la repito.
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