Esta reflexión es del Capitán Piloto Aviador, ENRIQUE GUERRERO OSUNA, quien como siempre al igual que yo, somos dos locos de la literatura, y que voló por estas tierras.
"De los pocos placeres gratis
de la vida son los que nos prodiga la madre naturaleza. Podemos tener
amaneceres inigualables aquí y allá, con un estupendo concierto de colores,
atardeceres sudcalifornianos que hacen palidecer al mejor cuadro de Van Gogh, tonalidades
sublimes, que cambian cada instante, además, cada tarde son diferentes, por lo
que está en nosotros salir simplemente a disfrutar esas manifestaciones en todo
su esplendor. La naturaleza se prodiga en estas tierras en una forma o en otra,
pero cuando se ve muy agradecida es cuando recibe unas cuantas gotas de fresca
lluvia. Uno tiene que transportarse a la sierra de las Cacachilas rumbo a Los Planes para poder apreciar
este hermoso despliegue de aromas, aún
en los alrededores de La Paz se puede apreciar este fenómeno que se da cada
año, sin falta,
El aroma de la tierra recién
regada por una tormenta veraniega tiene otra connotación para nosotros los
pilotos. Uno de los mayores problemas a la navegación aérea lo constituyen las
tormentas de verano. Usted las puede ver crecer esas nubes hermosas que parecen
enormes catedrales efímeras, cuyas voluptuosas formas van cambiando
caprichosamente, guardan en su interior una enorme energía en diversas formas,
y que una vez desatadas, nada ni nadie las puede detener. Si esta uno con los
pies en tierra firme, se siente de
repente un cambio brusco en la dirección e intensidad del viento, las
tolvaneras son su marca, en el aire se puede sentir una humedad repentina y en
menos de lo que se los estoy contando, se sueltan todas las fuerzas de la
naturaleza, los relámpagos hacen su aparición, a continuación viene una lluvia
torrencial que reduce la visibilidad a casi cero. Esta etapa en aviación la
llamamos “de madurez”, es, por decir lo menos, lo mero bueno de una tormenta.
Las ráfagas de viento poco a poco se van calmando y la lluvia empieza a bajar
su intensidad, claro, durante la madurez es muy frecuente encontrar la caída de
granizo y que dependiendo de su tamaño es una indicativa de la intensidad de la
misma. El granizo no es otra cosa que la humedad congelada y una vez convertida
en hielo su peso la empuja hacia la tierra, pero las corrientes ascendentes
dentro de una tormenta la vuelven a impulsar hacia niveles superiores en donde
al bajar la temperatura, se vuelve a congelar y su peso la hace caer de nuevo.
Este ciclo se puede repetir varias veces, dependiendo de la intensidad de la
tormenta, de manera que al cortar un granizo se puede apreciar su formación en
forma de cebolla, cada vez que se repite su ciclo se le forma una capa y así
sucesivamente. Es común oír historias de bolas de granizo del tamaño de una
pelota de golf o aún más grandes, todo depende, como acabamos de decir, de la
intensidad de una tormenta. Curiosamente cuando se dan ciertas condiciones los
granizos pueden “salir volando” por así decirlo varias millas fuera del núcleo
principal. Así de fuerte pueden ser algunas tormentas. A estos monstruos los
pilotos debemos evitarlos y sacarles la vuelta, es decir, rodearlos lo más
alejado posible, de día y teniéndolas a la vista debemos alejarnos algunas 10 millas, eso es lo más recomendable, de
noche o en condiciones de mal tiempo, 20 millas náuticas es una distancia más
que conservadora para evitarlas. En todo caso lo más recomendable es rodearlas,
si se ven o se detectan por medio del radar o cualquier otro dispositivo, debemos
darles la vuelta y alejarnos de ellas.
Acá sobre la madre tierra es
otro cantar. Para nosotros los pilotos no hay nada más tranquilo y
satisfactorio que observar el desarrollo de esos enormes gigantes y verlos
convertirse en tormentas veraniegas descargando rayos pero más que nada,
lluvias torrenciales y sentir en la cara y a buen resguardo, el golpe del
viento que anuncia su proximidad.
Me encantan las tormentas de
verano, o de invierno, pero con los pies secos y en “tierra firme”. Lo que yo
llamo “mal tiempo” me gusta verlo sentado con un buen libro y una copa de vino,
entonces sí, que se desate el infierno, bastantes años lidie con ello, cedo mi
lugar a los jóvenes que vienen atrás con todo el empuje de su juventud, yo me
conformo con observar como la naturaleza sigue su curso, año tras año, a veces
con patrones muy reconocibles, a veces con variantes que los científicos
insisten en achacar al cambio climático, vaya usted a saber. Los rancheros y
los marineros nos dicen que todo sigue igual, ellos saben por intuición cuando
va a llover, o cuando el tiempo va a cambiar, sin tener acceso a las
estadísticas que tantos quebraderos de cabeza da a los científicos.
Los pilotos y los marineros
invertimos una gran cantidad de tiempo estudiando la atmósfera, eso es lógico,
de una u otra forma siempre nos afecta, sin embargo, estamos muy lejos de poder
hacer un pronóstico acertado. Hemos avanzado un gran trecho, actualmente es
posible dar seguimiento a los huracanes cada año, y más o menos pronosticar su
desplazamiento con cierto grado de exactitud, pero siempre tenemos el capricho
de la naturaleza que desbarata toda expectativa.
Existe otro pequeño
conocimiento de cómo se comporta el tiempo en forma local, es decir, si usted
ve en el puerto de La Paz que los marineros locales salen en sus embarcaciones,
puede estar seguro que habrá buen tiempo, en cambio, si los ve varados y asegurados
a tierra, mejor no salga, seguro habrá “marejada”.
Los pilotos nos apegamos a
datos, según nosotros, más “científicos”, es decir, nos basamos en “pronósticos
meteorológicos” conocidos en el argot aeronáutico como “TAF” por aquello de:
Terminal Aviation Forecast” en suma: lo que buenamente los meteorólogos esperan
que ocurra en las próximas horas de acuerdo a los números y estadísticas que
ellos calculan, aunque siendo sinceros como pilotos para nosotros son
bastante confiables de hecho, son tan confiables que despegamos basados en
esos pronósticos, lo que encontremos en la vida real a veces puede variar,
pero casi siempre son acertados.
Estando en tierra en lugares
como la ciudad de Guadalajara durante el verano, es común sentir el aroma de la
tierra “mojada” debido al paso de alguna lejana tormenta, a veces no tan
lejana, ya que si se descuida puede verse atrapado en medio de un diluvio.
Después del paso de una
tormenta, el cielo queda cristalino y diáfano, los pasos a desnivel quedan,
como es de esperarse, totalmente inundados, intransitables, eso en Guadalajara.
En el campo, las lluvias siempre son bienvenidas y después de un “chaparrón” no
pasa nada, la gente continua con sus actividades normales difícilmente
interrumpidas. Esto es un ciclo que se repite cada año desde hace muchas eras
geológicas, y lo más probable es que sigan repitiéndose una y otra vez. Durante
una tormenta podemos distinguir claramente tres etapas: la de formación cuando
las nubes se empiezan a desarrollar verticalmente, crecen y crecen. A
continuación viene la etapa de “madurez” que es cuando se desatan todas las
fuerzas de la naturaleza, ya que los vientos en la superficie se arrachan, son
comunes las “tolvaneras” el cielo se torna negro, vienen los relámpagos y a
continuación se desatan las lluvias torrenciales. Si no está uno a resguardo,
esta etapa es de dar miedo, ya que se puede apreciar la violencia de la
naturaleza desatada, las descargas eléctricas son un verdadero peligro, los
vientos pueden llegar a arrancar árboles o los techos de las casas, las calles
se inundan y todo se ve interrumpido.
Todo en el lapso de 30
minutos o menos, al poco tiempo la calma retorna, bien dice el dicho: “después
de la tormenta viene la calma” todo vuelve a la normalidad y la tormenta pierde
fuerza, a esta etapa la llamamos: “de disipación”, la lluvia puede continuar
pero ya sin la intensidad que la precedió, las descargas eléctricas se
distancian o casi desaparecen y poco a poco vuelve la tranquilidad. Es entonces
cuando los aromas se desatan, el cielo se torna diáfano y cristalino y solo
queda en el ambiente el recordatorio de lo poco que podemos hacer como seres
humanos para controlar esas fuerzas insospechadas.
Sin embargo el aroma de la
tierra mojada es un símbolo de esperanza y renovación que queda flotando en el
ambiente. La tormenta ya paso y la vida debe continuar.
Los rayos son otro de los
peligros, tanto en tierra como en el aire, pero ¿Qué es un rayo? todo mundo lo
podemos consultar en internet, pero básicamente un rayo es una descarga súbita
de energía electromagnética. Suceden u ocurren durante una tormenta cuando la
tierra, que está cargada positivamente atrae la energía acumulada en forma
negativa dentro de una gran nube. Cuando ese diferencial es demasiado alto,
ocurren las descargas eléctricas. Lo mejor es no estar en el camino de un rayo,
aunque a veces los encuentros son inevitables. A cielo abierto, por decir en un
campo de beisbol, los objetos más sobresalientes, que puede ser un cuerpo
humano, llaman las descargas. Los rayos tienen una contraparte, es decir, una
descarga puede ser de una nube a tierra, sin embargo antes de hacer contacto se
genera una descarga en sentido inverso y cuando se juntan sucede el rayo
acompañada de un “flashazo” de luz muy intensa y un trueno muy fuerte debido a
la súbita expansión y calentamiento del aire, si pudiéramos distinguirlo, el
aire huele a ozono. Millones de volts descargados en un milisegundo. Desde el
punto de vista de la aviación para mí en lo personal cuando un rayo impacta un
avión significa que los pilotos se acercaron demasiado a una tormenta o zona de
actividad conectiva. En realidad a los pasajeros y tripulantes dentro de un
avión no les pasa nada, fuera de la encandilada y el trueno potente debido al
efecto conocido como “caja o jaula de
Faraday” que no es otra cosa, en palabras necesariamente científicas que: el
cuerpo del avión se convierte en un conductor en equilibrio electrostático, es
decir, la corriente que recibimos es igual a 0. No pasa lo mismo si nuestro cuerpo
recibe una descarga directamente ya que en ese caso la corriente si pasa a
través de nuestro cuerpo a tierra produciendo daños terribles a los tejidos.
Cada año mueren miles de personas impactadas por rayos. Los lugares más seguros
durante una tormenta son los edificios, casas, etc., o los vehículos. No se le
ocurra guarecerse debajo de un árbol.
¿En Baja California Sur
corremos peligro de rayos? Afirmativo, cada año. De hecho son pocos los lugares
del planeta que están exentos de este peligro. Normalmente los rayos “golpean”
en partes altas, montañas, estructuras, edificios, antenas, postes, arboles, hasta a los animales, el hombre incluido.
Los agricultores necesitan
de la lluvia, los pilotos no. Pero ambos debemos aprender a convivir con ella,
al fin y al cabo es hermoso aspirar el aroma de la tierra fecundada por una
lluvia de verano o recibir las primeras gotas de un chaparrón en la cara, pero,
lo repito, con los pies en la tierra"
Muchas gracias Enrique y seguimo como se dice: "ATENTOS Y PENDIENTES"
No hay comentarios:
Publicar un comentario