Muchas Gracias Enrique por este
envió al Blog “CON LAS ALAS EN MI PECHO”
Andanzas
de un joven aspirante
Por
el Capitán Piloto Aviador Enrique A. Guerrero Osuna.
Grupo de Aspirantes a
Cadetes, Escuela Militar de Aviación E.M.A. septiembre de 1966.
Cuando uno es joven muchas
cosas las tomamos a la ligera y no apreciamos bien los elementos que debemos de
tomar en cuenta para tomar decisiones. Eso me pasó a mí como a muchos otros de
mis compañeros. Desde muy pequeño soñaba con volar, sin hacer ninguna distinción,
quería ser piloto a secas, pero existen como sabemos algunas diferencias muy
importantes, como pronto lo descubrí. La carrera de Piloto Aviador en el medio
civil tenía y sigue teniendo, un costo pecuniario muy elevado y la gama y
calidad de las escuelas que ofrecen estos cursos, es muy variada, por lo que se
debe hacer una cuidadosa selección. Por
otro lado existe en el medio castrense una oferta de poder cursar esa misma
carrera con la diferencia que el costo involucrado es totalmente gratuito y es
absorbido por las fuerzas armadas, claro está, a cambio de un determinado
tiempo de servicios obligatorio que normalmente es del doble de lo que duren
los estudios, es decir, si su curso dura 3 años tiene que servir como mínimo 6
años. Esa es una honrosa oportunidad de regresar algo a cambio de una excelente
educación.
Como todo en la vida, la
decisión descansa en cada quien, yo en lo particular no le di mayor importancia
al hecho de ir a concursar para entrar a la EMA, en mi mente no había ninguna duda
de lo que quería ser y persistí para lograrlo. Una afortunada coincidencia me
vino a ayudar inopinadamente. Estando yo en el aeropuerto de Mexicali
observando la salidas y llegadas de algunos aviones y advertido por un familiar
de que llegaría un avión militar lo espere pacientemente hasta que aterrizaron,
de él descendieron varias personas y mi pariente me presentó con el piloto, un
teniente piloto aviador y le dijo de mis intenciones de ir a concursar. El
oficial amablemente me dio algunos datos, entre ellos la dirección del Colegio
del Aire en Zapopán, Jalisco y se despidió dándome unas palabras de aliento que
no hicieron sino encender más mi entusiasmo por irme a estudiar aviación. Ahí
se inició todo.
Recibir el Instructivo de
Admisión, ponerme a estudiar y con la ayuda generosa de un amigo de la familia
presentarme en Guadalajara al Concurso de Admisión fue una sola cosa. La
cantidad de aspirantes era muy grande, cientos y cientos contra los que tendría
que luchar por un lugar. La batalla fue pareja y cuando finalmente se
publicaron los resultados no podía creer que estuviera yo entre los pocos
elegidos. Mi alegría fue enorme. Ahora bien, la mayoría de mis compañeros de
concurso al terminar los exámenes se regresaron a sus casas a esperar el
resultado, por la distancia y el costo involucrado yo decidí quedarme a
esperar, esa tarde allá en Zapopán tenía ganas de gritar y llorar de la
emoción, sin saber obviamente lo que me esperaba, por el momento yo ya estaba
adentro.
El primer paso de esta larga aventura ya lo había dado.
Es difícil para mí, a la
distancia de tantos años, tratar de describir detenidamente la serie de
sentimientos encontrados que experimenté a continuación, las dudas me invadían
en que seguiría a continuación ya que habíamos escuchado verdaderos relatos de
terror sobre las famosas “potreadas” en una escuela militar, sin embargo era
para mi mucho más poderosa la atracción del vuelo y hacia allá encaminé mis
primeros pasos. Todos mis compañeros, estoy seguro, íbamos decididos a todo.
Nuestro “calvario” empezó desde el primer momento en que pusimos un pie en el
Patio Principal del Colegio, para mí en lo personal esa experiencia fue
doblemente dolorosa ya que en la ciudad de Guadalajara había fallecido mi
cuñado, por supuesto me dieron permiso de acompañar a mi familia en tan
doloroso trance, pero no me escape por mucho tiempo y de inmediato se
encargaron de que olvidará mis penas.
Antiguamente era una
costumbre formar a todos los de nuevo ingreso frente a frente del resto de los
cadetes de Segundo y Tercer año, estos eran nuestros queridos “avanzados”
quienes podían escoger tranquilamente a sus “secretarios”, algo así como sus
“mozos de espada”, así, cada uno de ellos seleccionaba a uno de nosotros para
ser sus ayudantes, debido a la desproporción entre antigüedades existen
ocasiones que los de tercer año se pueden quedar hasta con dos “secretarios”
para conducirnos supuestamente por el arduo y difícil camino de la vida
militar. Era un día de fiesta en la que fuimos seleccionados, intercambiados y
traficados como si fuéramos esclavos (solo nos faltaron las cadenas y los
látigos para ser más auténticos objetos de comercio). Por todos lados se
escuchaban los gritos…” a ver pelón,
desde hoy vas a ser mi secretario y solo se va a reportar conmigo… ¿ENTERADO? Y contestaba uno tímidamente: está bien… ¿Cómo que está bien? A ver diga:
ENTERADO MI CADETE. La vida militar, nos habían contado, es muy dura y lo
estábamos comprobando, pero eso no era nada comparado con la vorágine que se
nos vino encima. Siempre lo he dicho, si yo pude soportar aquello, cualquiera
puede hacerlo, no es nada del otro mundo es solo una cuestión de aceptar
estoicamente el papel que nos tocaba desempeñar, todo con tal de poder
volar…algún día quizá.
Los cadetes de Primera año
de la Escuela Militar de Aviación tienen que:
En primer lugar haber pasado
el Examen de Admisión, uno de los más duros y rigurosos de México, física e
intelectualmente muy demandante.
Aceptar sicológicamente el
hecho de que no nos va a pasar nada, solo tenemos que aguantar todo lo que nos
ordenen.
Soportar, lo repito,
estoicamente a sus “avanzados”.
Hacer Instrucción Militar de
Orden Cerrado (marchar, marchar y seguir marchando como dementes).
Llevar y aprobar todas las
Asignaturas del Plan de Estudio del Curso Preparatorio.
Aprender de memoria que en
esta vida no existe nada gratis.
Y, solo para terminar, deben
desempeñarse exitosamente dentro de la Compañía de Cadetes.
Los que soportan todo lo
anterior están listos para pasar a la siguiente etapa dentro de la formación de
un Piloto Aviador Militar.
El tan ansiado vuelo tiene
que esperar a que estemos listos.
Un día normal en la vida de
un cadete de Primer Año en la E.M.A.
Lo iniciábamos a las 0530
horas, antes del “Toque de Diana”, es decir cuando escuchábamos la “Llamada de
Banda” para de esa manera tener tiempo suficiente para arreglar nuestras cosas
y hacerlo en forma silenciosa para no molestar a nadie ya que, eso lo aprendimos
rápidamente: “el sueño de los demás es sagrado”.
Teníamos que tender nuestra
cama y dejarla lista para pasar revista, tan bien tendida debía de quedar que
una moneda tiene que rebotar sobre ella, aunque parezca una exageración. Después,
esto es medio oficial y medio extra- oficial por razones que luego explicaré,
tenemos que ayudar a nuestro “jefe” a quienes también les decíamos “chief”
(¿aquel que nos seleccionó, se acuerdan?) a tender la suya y salir a paso veloz
a formarse en el Patio Principal, pasar lista y presenciar, con todos los
honores correspondientes el izamiento de nuestra bandera.
Posteriormente pasábamos
todos al comedor a desayunar, al término de lo cual regresábamos a los
dormitorios para asearnos y recoger nuestro material de estudio, volver a
formarnos y salir a paso veloz hacia los salones de clase. Nuestro antiguos
unos se iban a clases y otros hacia la Línea de Vuelo, un territorio para
nosotros todavía “prohibido”.
A las 1200 horas de mediodía
se suspendían todas estas actividades y se daba un lapso de tiempo de una hora
(la única tranquila del día) para luego pasar de nuevo al comedor a tomar
nuestros sagrados alimentos, no sin antes haber pasado la respectiva “revista
de aseo”. Esta oportunidad la aprovechaban los avanzados para, aparte de
molestarnos, darnos lecciones de buen comportamiento en la mesa: nos decían: “Pelones pongan atención: la cuchara va a la
boca no la boca a la cuchara…así que…la espalda derechita formando una sola
línea con la cabeza, la vista fija al frente viendo el horizonte”. Y así
seguían con todo tipo de bromas y juegos a costa nuestra. La mera verdad yo no
estaba acostumbrado a ese tipo de comida castrense, pero les aseguro que no
dejaba nada en mi plato, primero por obligación, luego por necesidad y tercero
por conveniencia, ya que si rechazaba uno algo nos lo hacían comer a fuerzas, así
que mejor deja uno las reticencias para después.
A las 1500 horas
regresábamos de nuevo a las actividades académicas.
A las 1800 horas pasábamos
de nuevo a formar con toda la compañía en el Patio Principal a pasar la
sacrosanta “Lista de 6”, se arriaba la bandera y pasábamos de nuevo al comedor
(así que diga uno no estábamos tan mal alimentados).
De las 2000 a las 2100 horas
teníamos teóricamente una hora de tiempo libre para estudiar.
A las 2100 horas exactamente
se toca “Silencio” para que todo mundo se retire a descansar. El Oficial de Día
pasaba “revista de camas” para que nadie estuviera levantado, pero una vez que
se cerraban las puertas de los dormitorios y se apagaban las luces, muchos de
nosotros nos levantábamos de nuevo y en silencio nos poníamos a realizar
diversas labores como limpiar armas, preparar uniformes, coser botones e
insignias, planchar y algunos otros se iban a los baños a estudiar, sobre todo
los de segundo y tercer año.
Así se repetía el ciclo, día
tras día, hasta que llegaba el tan esperado, por algunos, no por nosotros
ciertamente, ¡viernes! Toda la tarde y parte de la noche la dedicábamos a hacer
aseo general de dormitorios, teníamos que lavar profundamente todo,
desde pisos hasta los baños, terminábamos muertos soñando que tal vez el
sábado pudiéramos salir “francos” a Guadalajara.
Glosario
de términos medio raros:
Avanzado: Alumno de último
año.
Primario: Cadete usualmente
de Segundo año, ya nadie se mete con ellos, ni ellos se meten con nadie, es un
año “neutral” muy romántico por muchas razones.
Pelón – Potro, es lo mismo:
cadetes de recién ingreso, por un lado efectivamente andábamos pelados a rapa y por otro nos
decían potros porqué “entre más nos pedían, más dábamos” igual como un
cuadrúpedo.
Secretario: cada pelón tiene
su chief a quien debe ayudar a soportar la pesada carga de ser casi casi
astronautas.
Oficial de Día: Oficial
piloto aviador encargado de supervisar todas las actividades de los cadetes.
Gracias y voy a permitirme
continuar más adelante con estos relatos.
Capitán
P. A. Enrique A. Guerrero Osuna
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