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martes, 28 de agosto de 2018

LA CABINA DE LOS AVIONES




Por el Capitán Piloto Aviador Enrique A. Guerrero Osuna.

Antes de iniciar mi relato quiero hacer una o dos aclaraciones pertinentes:

Con el término “cabina” muchos nos referimos al espacio que ocupa el lugar donde van los pilotos, otros se refieren dónde van los pasajeros o la carga y finalmente en cuanto a los aviones de combate “cabina” puede ser tanto donde va sentado el piloto como la “cubierta transparente” de plexiglás. Esta dualidad viene del concepto en inglés de:”cockpit” no existiendo en español un equivalente, sin embargo el termino: “cabin” queda claro, así que me voy a referir a él en forma indistinta. En los aviones comerciales cuando los pilotos se dirigen a la “cabina” de pasajeros simplemente decimos: “Voy atrás”. Los pilotos militares no tienen adonde ir. En los aviones ejecutivos algunas “cabinas” son muy pequeñas y no permiten el movimiento, algunas otras tienen espacio para desplazarse, pero todo eso cuesta. En los aviones de combate la “cabina” sola es una y es donde va el piloto, no hay más.

Introducirse en la cabina de un avión para los que amamos el vuelo es acercarnos al paraíso, en los primeros días de la aviación no podían estar más cerca de la naturaleza, Otto Lillienthal utilizaba sus propias piernas como tren de aterrizaje, los hermanos Wright ni siquiera tenían un asiento, iban acostados sobre el ala. A alguien se le ocurrió clavar una silla de mimbre y desde ahí operar los controles, luego se les ocurrió amarrarse y así poco a poco se fueron agregando más cosas. Louis Bleriot ya cruzo el Canal de la Mancha sentado entre los largueros del fuselaje, al aire libre, con su peculiar gorro de cuero. Al aterrizar en suelo inglés los granjeros que lo vieron han de haber pensado que era un extraterrestre cuando les pregunto: ¿aquí es Inglaterra? Bleriot realizó ese vuelo sin ningún instrumento, solo observando a los barcos, al llegar a suelo inglés se encontró con condiciones brumosas , (por la niebla), así que el primer campo que vio ahí se “tiró” y aterrizó felizmente, eso lo hizo acreedor al premio de 1,000 libras esterlinas que ofrecía el periódico Daily Mail de Londres. Eso fue en 1909. A partir de ahí las cabinas empezaron a evolucionar a la par que los aviones. Había que protegerse del viento, del frio y de la lluvia. Las cabinas no se “cerraron” hasta los años 20es. Los vuelos que hicieron los pilotos pioneros Jean Mermoz y Antoine de Saint-Exupery para cruzar el Atlántico hacia América del Sur ya contaban con cabinas cerradas. Durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918) los aviadores aguantaron estoicamente los elementos y las balas en sus enclenques aparatos. Ya para la Segunda Guerra (1939-1945) los pilotos ya volaban en cabinas cerradas, incluso algunas contaban con protección blindada para el piloto así como sistemas de oxígeno para desempeñarse a grandes altitudes. Una cosa que tienen en común todas las cabinas de los aviones de pelea, o de caza, es que son muy estrechas, los pilotos se tienen que acomodar como puedan, los ejemplos típicos son las cabinas de los Messerschmitt 109, Spitfire, P-51 Mustang, P-47 Thunderbolt, FW 190, etc. Platicarlo es muy fácil, necesita uno sentarse en uno de aquellos espacios confinados para poder apreciar cabalmente la estrechez, en algunas cabinas la cabeza del piloto prácticamente va tocando la parte superior del plexiglás, por eso decimos que algunas cabinas los pilotos se las ponen como calcetín y con calzador. Eso sí, una vez sentados las cosas cambian, aquello se torna una experiencia entre la máquina y el piloto, todo queda al alcance de las manos, instrumentos y  controles con un solo movimiento podemos regresar a la vida aquel motor dormido, con la vibración llega la energía que aquella maquina transmite, en el escape todo se mezcla, gas-avión, ahora turbosina, aceite y humo, la hélice desaparece en un arco invisible, no la vemos, pero se siente su “jalón” o su “empujón” y estamos listos para desafiar las leyes de la gravedad. En un planeador las cosas son un poco diferentes. No hay motor, no hay vibración, solo necesitamos “sustentación” y alguna manera de obtenerla.

Con relativa frecuencia me han hecho la pregunta de que si los grandes aviones planean. Todos los aviones planean, algunos lo hacen como los ángeles, otros con la gracia de un piano, pero todos planean. El transbordador espacial una vez que apaga sus motores no tiene otra dirección que para abajo, pero lo hace planeando, una vez enfilado a su lugar de aterrizaje no hay vuelta atrás, los pilotos deben calcular con extrema exactitud en donde van a tocar, no hay correcciones con potencia, no hay ida al aire. Las grabaciones que hemos visto de cómo se posan elegantemente en tierra son un homenaje al arte del pilotaje, jamás vi que uno de ellos tocará con una pierna del tren primero y luego la otra, siempre las dos al mismo tiempo, como debe de ser. Curiosamente ellos pasan de traer una nave con motores poderosos a volar en un planeador pesadísimo, el ángulo de ataque que deben asumir es muy pronunciado pero aun así, llegan planeando.

Las cabinas evolucionaron desde cero con el aire en la cara, hasta la comodidad extrema de los aviones modernos en los cuales no falta nada ni se sufre nada, prácticamente son capsulas herméticas para transportarnos de un lugar a otro. Al principio solo tenían un pequeño parabrisas para protegernos del choque del viento, hasta desembocar en la comodidad de una cabina presurizada con aire acondicionado y todo lo que quede en medio. Otra característica que fue evolucionando, al menos las cabinas de los aviones de combate fue la de como permitir que los pilotos la abandonen en caso de emergencia. Los hermanos Wright ni para donde hacerse, o aterrizaban con el avión o se salían de él. Luego llegaron los paracaídas como alternativa de vida, gracias a ellos miles de pilotos se han salvado, empero el único problema es abandonar la cabina, una vez fuera se abre el paracaídas y asunto arreglado. En la II Guerra eso era el pan de cada día. Existen cientos de historias de esos escapes, incluyendo un tripulante de un bombardero que salto sin paracaídas y vivió para contarlo y la de un piloto ruso que saltó sobre Siberia y al caer se fracturó ambas piernas, aun así se las ingenió para sobrevivir y llegar a un lugar en donde le dieron auxilio, “un hombre de verdad” de hecho así se llama el libro en donde se relata su odisea. Ahora bien, mientras los aviones eran de hélice y de velocidad relativamente baja, los pilotos podían deslizarse al exterior del avión y lanzarse al vacío, pero se debe tener cuidado ya que la propia estructura del avión puede golpear al piloto. Así le paso al famoso piloto de combate alemán Hans- Joachim Marseille apodado “Afrika Stern” (la estrella de África). En un vuelo rutinario en su famoso avión Messerchmit 109G (el amarillo 14) tuvo una falla en el sistema de enfriamiento de su motor Mercedes Benz, por lo que se sobrecalentó y finalmente se incendió, obligando a Marseille a lanzarse en paracaídas, solo que al abandonar el avión el plano fijo horizontal del empenaje lo golpeó en el pecho con mucha fuerza e hizo que se colapsaran sus pulmones originándole la muerte. Fue una perdida muy dolorosa por la brillante carrera que llevaba este joven aviador a sus escasos 23 años ya había acumulado un total de 158 aviones enemigos derribados y cuando murió ya era comandante del Escuadrón JG-27 en África del norte.

En los años 50as llegaron los aviones a reacción y con ellos se tuvieron que modificar las cabinas y sus métodos de escape debido a las mayores velocidades que alcanzaban. Así aparecieron los asientos eyectables. Estos constituyen un ingenioso mecanismo el cual proyecta al piloto con todo y su asiento fuera del avión por medio de cartuchos explosivos, una vez liberado del asiento el paracaídas se abre ya sea automáticamente o el piloto lo puede hacer manualmente. El constructor más famoso de estos asientos es la compañía británica Martin-Baker quienes tienen un record bastante alto de pilotos salvados por sus asientos. Hoy los asientos Martin Baker son equipo estándar en la mayoría de los cazas occidentales. Actualmente son capaces de eyectar a un piloto desde el suelo, lanzarlo y que pueda descender sin problemas, esos sistemas se denominan “0/0”.

Las cabinas de los aviones son un mundo aparte, son por así decirlo nuestro lugar de trabajo, nuestra oficina. Los pilotos estamos obligados a conocerlas hasta en sus más mínimos detalles. Al principio se ven amenazadoras con tantos instrumentos y controles pero los pilotos poco a poco nos vamos familiarizando con ellas, con el tiempo nos sentimos cómodos y tranquilos en su interior. Los pilotos militares por lo general rara vez abandonan las cabinas, no así los pilotos civiles quienes de vez en cuando se paran a deambular por el avión. Por ley una cabina no se debe dejar sola, es más, algunas compañías de aviación le exigen a sus tripulaciones que siempre que uno de los pilotos abandone su asiento el otro debe estar en su lugar con todos los cinturones ajustados y con la mascarilla de oxígeno colocada y debido a recientes acontecimientos ahora incluso deben estar dos o más miembros de la tripulación en la cabina. Aparte de toda la parafernalia de instrumentos y controles las cabinas modernas son un lugar confortable, los asientos por lo general son ergonómicos para evitar la fatiga, el control de la temperatura es muy eficiente, eso sí, la radiación solar constituye un pequeño inconveniente ya que los rayos inciden directamente sobre la piel y eso puede provocar cáncer, nos recomiendan protegernos pero francamente no hay muchos lugares donde esconderse. Algunos aviones de los llamados primeras generaciones como el DC-9 los componentes de la cabina generaban mucho calor como los radios, la iluminación y el calentamiento de los parabrisas y en lugares como Mexicali, Hermosillo o Phoenix aquello es un mini infierno. Los aviones como el Stearman de cabina abierta obviamente no tienen problema de ventilación, por el contrario durante las mañanas de invierno en Guadalajara siente uno que el frio entra hasta por debajo del asiento, en el AT-6 ya con cabina deslizable va uno un poco más protegido además si le da a uno calor puede abrir la cabina y recibir el aire fresco, claro con el ruido del motor. En el T-28 ni pensar en abrir la cabina en vuelo son muchos los decibeles del motor, pero de que se puede se puede. A propósito de la cabina del T-28 esta cuenta con un ingenioso sistema para abrir y cerrar las dos secciones que la componen, por medio de cables y poleas se mueve hacia adelante o hacia atrás utilizando un motor eléctrico. Los aviones modernos sus cabinas son presurizadas y al bajar o cerrar la cubierta se vuelven herméticas. Con el sistema de asientos eyectores las cubiertas forman parte de ese mecanismo ya que al accionarlos las cubiertas normalmente se liberan para permitir la eyección, solamente en caso de falla algunos asientos como los del T-33 están diseñados para salir a través del parabrisas. Las puertas de acceso a las cabinas es otro elemento que ha evolucionado. De no tener cabina a los modernos aviones las puertas pasaron de no existir a los armatostes actuales blindados y con códigos de acceso. Paradójicamente, una de esas puertas blindadas sirvió a un piloto alemán para encerrarse a “piedra y lodo” y dejar a su capitán afuera sin posibilidad de ingresar para finalmente estrellar su avión.

Existen cabinas modernas en los que la columna de control tradicional ya desapareció, como el A-320, eso hace que los pilotos cuenten con mucho espacio al frente, ya no parece avión, parece un sillón de sala de cine.

Para mí el epitome de la saturación de instrumentos en una cabina lo constituyen los B-747 de la primera generación y muy aparte tenemos al Concorde, que junto con el bombardero Avro Vulcan inglés son las expresiones máximas de la belleza en sus líneas aerodinámicas con sus alas en delta. El Vulcan británico pertenece a esa rara estirpe de aviones militares muy grandes como el B-47 y  el B-58 Hustler de cuatro potentes motores, una carga nuclear y un solo piloto, no hay nada que se les aproxime.

En cuanto a instrumentación se refiere las cabinas han avanzado un largo camino, nuestro buen amigo Otto Lillienthal para saber la velocidad de su aparato escuchaba el viento, cuando cambiaba de tono iba muy recio y cuando no lo escuchaba iba cayendo. De ahí se equiparon las cabinas con todo tipo de instrumentos, casi siempre “redondos”. Llegan los tiempos digitales y el salto es dramático. Desaparecen los instrumentos tradicionales para dar paso a las pantallas electrónicas, de ahí el término “cabina de cristal”. Circula en el medio el chiste de una ancianita que por equivocación se asomó a la cabina y le dijo a la sobrecargo: “en ese baño hay dos hombres viendo televisión”.  En lo personal prefiero las cabinas antiguas, sin embargo se supone que las cabinas modernas ofrecen mayor seguridad y reducen las cargas de trabajo de los pilotos. ¿Hasta dónde va a llegar esta “automatización”? nadie lo sabe. La imaginación marcará los límites.