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martes, 26 de diciembre de 2017

LA HUMILDAD



Para ser pilotos tenemos primero que aprender a ser humildes. Eso significa aceptar que como seres humanos no nacimos con alas, nos las tenemos que ganar para poder remontarnos por los aires desafiando las leyes de la gravedad. El vuelo para nosotros (los humanos) requiere de ingenio, habilidad, destreza y humildad. Si aceptamos las limitaciones de nuestros aviones, así como las de nosotros mismos y las respetamos, vamos por buen camino, pero que no llegue el momento cuando queremos rebasar los límites físicos porque el precio que debemos de pagar es muy alto, eso ya lo entendimos. Sin embargo ese principio básico lo seguimos infringiendo, inexorablemente una y otra vez. Ser un piloto humilde significa respetar lo que otros te han enseñado, significa disfrutar, aún en medio de una tormenta la magia del vuelo, la belleza sin igual de esos atardeceres que solo se pueden observar desde las alturas. Volando,  la quietud de un amanecer te puede dejar sin aliento y hacer rodar una lagrima de gratitud por presenciar las maravillas que tiene nuestro mundo, es como observar una pintura de Monet o de Van Gogh o escuchar la Flauta Mágica de Mozart.

En el interesante mundo de la aviación tenemos personas que creen ser poseedores de todos los secretos del vuelo y actúan soberbiamente en consecuencia, sin el menor respeto por los demás comportándose como si fueran inmortales. La humildad como pilotos debemos aprenderla en primer lugar de la observación de las aves, de nuestros instructores; luego de otros pilotos que ya nos antecedieron; estudiando todo lo relacionado a la aerodinámica, a la meteorología, a la navegación aérea básica, es decir a navegar sin la ayuda de instrumentos electrónicos, sin depender de un GPS, que va a resolver nuestros problemas. ¿Qué pasará si nos falla el famoso aparatito? Si la pantalla se pone en blanco, como suele suceder. Obviamente no vamos a saber qué hacer, no es exageración, está pasando todos los días. Obviamente la utilización de un GPS tiene su lado práctico, pero a lo que voy es que primero debemos aprender a defendernos nosotros solos en el aire aprendiendo con humildad a navegar como lo hacían los que nos antecedieron, y luego utilizar la tecnología a nuestro favor, de esa manera sabremos qué hacer cuando las cosas se tornen complicadas. Cuando como pilotos confrontamos alguna situación difícil y sentimos que esta fuera de nuestras capacidades y limitaciones debemos ser lo suficientemente humildes y valientes como para aceptar la realidad y dar la vuelta o detenernos (los pilotos que me están leyendo saben muy bien a lo que me refiero). Si durante una aproximación sentimos que no vamos confortables con nuestro desempeño o que los parámetros no están dentro de lo normal, humildemente aceptemos nuestros errores y efectuemos una “aproximación fallida” o si ustedes quieren: “una ida al aire” y así nadie saldrá lastimado, excepto tal vez nuestro orgullo insensato de “capitán mil horas” pero nada más. Eso sería humildad.

Vamos, el cielo no reconoce en que escuela aprendimos a volar, o quien fue nuestro instructor, o cuantas horas tiene de experiencia o en que avión volamos por primera vez, o si traemos o no un buen radar y mejor aún, de un piloto que lo sepa interpretar, con humildad, o de  cuáles son nuestras creencias religiosas y filosóficas o de qué color es nuestra piel, allá arriba todos somos iguales. Nada nos cuesta  mostrarnos humildes y aceptar la grandeza de la creación. De esa manera estaremos al menos buscando una armonía como las aves cuando planean majestuosamente entre los riscos aprovechando las corrientes ascendentes. Un alumno de aviación debe ser humilde para aceptar las enseñanzas de su instructor y ponerse a estudiar como demente. Un instructor de aviación debe ser humilde para aceptar a sus alumnos tal cual son, con sus errores y sus fallas y sus diferentes personalidades,  y tratar de enseñarles lo mejor de sí mismo. Lo peor en la aviación es un instructor egocéntrico pues no tiene nada que enseñar, igualmente lo peor sería un piloto que cree que ya lo sabe todo y se niega a aceptar renovadas enseñanzas ya que el vivir es un proceso constante de aprendizaje, aún a contra corriente de lo que dice el dicho: no hay nada nuevo bajo el sol, pero sin embargo en aviación: todos los días se aprende algo nuevo, eso es un hecho. Las primeras lecciones de humildad en la aviación las recibe uno no bien las ruedas abandonan la pista en nuestro primer vuelo, esa sensación lo vuelve a uno humilde. Es como en un velero sale uno por primera vez al mar y al sentir como el viento hincha las velas nos embargamos con absoluta humildad de esas emociones tan sublimes. A propósito; en un velero, si el viento cambia y como no lo controlamos,  tenemos que ajustar las velas, humildemente. En una ocasión despegando de Guadalajara el controlador nos autorizó una ruta totalmente estrafalaria y muy distinta a la que pretendíamos, calmadamente le pregunte si no sería mejor otra ruta, comprendió su error, lo corrigió y me dio las gracias, nadie salió lastimado. En otra ocasión platicando con uno de los pilotos sobrevivientes del Escuadrón Aéreo de Pelea 201 (capitán Amadeo Castro Almanza) sobre sus experiencias en la guerra y de cómo los considerábamos unos “héroes”, el tranquilamente me aclaró: “nunca nos hemos considerado como héroes, solamente fuimos pilotos aviadores militares que respondimos al llamado de la patria para cumplir nuestro deber, íbamos dispuestos a todo, cinco de nuestros compañeros no regresaron, eso fue todo” a eso llamo yo humildad.

La soberbia en la aviación, como en otros ámbitos de la vida diaria, solo acarrea problemas. Proviene del vocablo latino superbia o del francés orgueil que significa orgullo, altivez, altanería, arrogancia, vanidad, presunción o petulancia. Es soberbia pensar que después de un paro de motor inmediatamente después del despegue podremos regresar, es soberbia pensar que podemos atravesar una zona de actividad convectiva por muy grande y potente que sea nuestro avión. Es soberbia pensar que puedo “soltar”  (para que vuelen “solos”) a 10 alumnos simultáneamente y es soberbia que el dueño o director de la escuela me los asigne. Es soberbia pensar que somos incansables y que no nos va pasar nada si extendemos un poco más las jornadas de vuelo. Es soberbia no aceptar los consejos de otros pilotos con menos o con más experiencia que uno. El Controlador de tráfico aéreo que se cree infalible peca de soberbio. El mecánico que con solo apretar una tuerca cree que ya arreglo una fuga es soberbio. El soberbio por definición nunca reconoce sus errores. Cuando alguien lo crítica se defiende atacando irracionalmente. Nunca pide disculpas. La soberbia no debemos confundirla con el verdadero orgullo.

Por lo tanto y en vista de lo aquí esclarecido: declaramos a la soberbia como una verdadera plaga para la aviación por lo que vamos a tratar por todos los medios humanamente posibles de erradicarla. Y la respuesta es la humildad. (También se puede aplicar en la vida diaria).

Pero eso no es tan fácil como parece. Una tiene más adeptos que la otra. Veamos a nuestro alrededor y observemos como ejemplo al azar a los políticos. Una vez que se sientan en su “silla” ni quien los reconozca. Se vuelven soberbios a más no poder. Suficiente con los políticos.

Volviendo y retomando nuestro terrenal asunto: La humildad y la soberbia siempre van contrapuestas, se odian mutuamente y las podemos encontrar en todos los campos de actividad humana, no solo en los  políticos, a falta de una, la otra sale adelante, lo que si llegamos es a confundir comprensiblemente a la humildad con la decencia  (decentia significa el recato, la compostura y honestidad de cada persona). No queriendo adentrarme más en ese asunto, para mi pantanoso de la filosofía, los dejo con una última reflexión a manera de colofón:

“La humildad es aceptarse y aceptar a los demás como son, reconociendo las propias limitaciones o deficiencias sin dejarse dominar por ellas”

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