Antes que yo docenas de autores han expresado con mucho
mayor precisión la magia sin igual que se produce cuando el ser humano se
desplaza por los aires, es decir, cuando se practica el muy elegante arte de
volar, voy a tratar de agregar mis humildes apreciaciones.
Originalmente el ser humano
no estamos diseñados para volar, de otra manera la madre naturaleza nos hubiera
puesto alas en lugar de brazos, pero de alguna manera nos la hemos ingeniado
para surcar los cielos igual que las aves, bueno, casi como ellas. De hecho aún
no hemos podido llegar a ese grado de perfección porque si nos ponemos a
analizar detenidamente la conformación de las alas de los pájaros llegaremos a
la conclusión de que sería muy pretensioso decir que el ser humano pueda en
algún momento imitar el vuelo de las aves. De inicio podemos decir que dichas
alas son un portento de ingeniería, son de las cosas más livianas en la
naturaleza de acuerdo a su tamaño pero también son extremadamente resistentes,
pueden servir tanto de camuflaje para
esconderse de sus enemigos como para impresionar a los miembros del sexo
opuesto con sus vistosos colores y despliegues exóticos. Sirven simultáneamente
como hélices, alas, alerones, flaps, timones, cubren a las aves de una capa
repelente al agua y sirven a la vez como ropa interior para mantener calientes
a sus dueños. Sin ellas las aves no pudieran tener un sistema complicado de
aire acondicionado que les permite regular su temperatura debido al gran
desprendimiento de calor por el esfuerzo que realizan durante el vuelo. Piénselo
estimado lector, tome usted una pluma y trate de pasar sus dedos en contra de
las “barbas” pierden su alineación y se tornan desordenadas e ineficientes
aerodinámicamente hablando, tal vez sea por eso que las aves siempre presentan
“la cara” al viento el cual fluye suavemente sobre ellas sin perturbarlas para
nada, en cambio sí les llegara el viento por la cola se levantarían como la
falda de Marylin Monroe. Por su peso y estructura hueca las alas son
exageradamente eficientes para producir “levantamiento” es decir, para producir
sustentación, además en algunas partes del sus cuerpos las aves tienen sacos de
Aire para ayudar al vuelo
Resumiendo a las plumas: Son estructuras “queratinosas”
(del griego keratin que significa: córneo, es una proteína con
estructura fibrosa que forman las capas exteriores como las plumas), se dividen
en: cañón, raquis y barbas.
Se subdividen en: plumas
típicas y plumas de vuelo, a su vez estas se vuelven a subdividir en: plumas
remeras, plumas timoneras y semi plumas.
Cuando el buen Leonardo da
Vinci el intrépido aviador alemán Otto Lilienthal y los pioneros franceses de
planeadores empezaron a estudiar a las aves para entender los principios del
vuelo se concentraron naturalmente en el movimiento de las alas y de la cola,
pero dichos movimientos los realizan a tan alta velocidad que para el ojo
humano es muy difícil poder apreciarlos. Aún hoy con la última tecnología todavía
hay mucho que aprender de las aves. El movimiento de sus alas para remontar el
vuelo es una pequeña maravilla mecánica. En lugar de ser un simple movimiento
de arriba hacia abajo y viceversa, o como si fueran remos que impulsan una
embarcación hacia adelante, son una
maravillosa combinación de todo lo anterior describiendo una figura de “8”. El
movimiento hacia abajo es el más poderoso ya que levanta e impulsa al ave hacia
adelante creando un componente casi perpendicular, las puntas de ala casi se tocan.
Las plumas de esa parte del ala son plegables así como las del borde de salida
y se doblan y enderezan de acuerdo a las presiones aerodinámicas cambiantes lo
cual nos revela cómo se desplaza el aire sobre las alas. Este aleteo recíproco
de las alas de un pelicano, por ejemplo, se completa dos veces por segundo, un
colibrí lo realiza… ¡doscientas veces por segundo!
Para despegar, las aves
pesadas como los pelicanos, los cisnes y los patos, necesitan desarrollar mucha
energía, de hecho cinco veces más de la que se requiere durante el vuelo en crucero.
Algunas aves necesitan una pista disponible para poder despegar, como los
aviones y en forma natural siempre despegan en contra del viento, como debe
ser. Las aves que anidan en las montañas y en los riscos tienen la ventaja de
una especie de catapulta para despegar ya que solamente se dejan caer para
ganar velocidad y aprovechan las corrientes. En el desierto he visto los
buitres planear y rondar algún animal muerto, cuando se deciden, aterrizan
justo a un lado del cadáver y empiezan a darse un atracón de restos. Una vez
que terminan de cenar están tan pesados que algunos ni siquiera pueden
despegar, tienen que quedarse en tierra o esperar algún viento milagroso que
los ayude a remontarse. Los pájaros están, casi ni tengo que mencionarlo, muy
por delante de las aeronaves en cuanto al control de alabeo o de viraje, lo
mismo aplica para la maniobra de aterrizaje en donde las aves en general salen
reluciendo. Pueden aterrizar en un sitio exacto, sea la rama de un árbol, la
saliente filosa en un risco, el techo de una casa, el mástil de un velero, el
brazo de un cadete cetrero de la Escuela Militar de Aviación o hasta en el lomo
de un semejante (pero del sexo opuesto para efectos de procreación). Hablando
de aterrizajes, en los aviones utilizamos un dispositivo que llamamos “flaps”
que no son otra cosa que esos aditamentos atrás de un ala que parecen bajar
cuando vamos a aterrizar, eso ayuda a bajar la velocidad sin perder el control.
Este mismo aditamento lo tienen las aves pero integrado a sus cuerpos en la
cola, lo utilizan tanto para reducir velocidad como para mantener el control
direccional como para ascender o descender, pueden extenderla (la cola) a más
de 180 grados como abanico chino, y pueden hacer acrobacia, incluso volar
invertidos. Sin embargo las aves como los patos que tienen una cola pequeña no
pueden realizar este tipo de maniobras ni pueden hacer virajes ceñidos, pero en
el agua su cola si les sirve como timón para navegar. Por último, dos
consideraciones importantes sobre el vuelo de las aves:
Vuelo en formación
Se necesita una capacidad
totalmente diferente para poder volar en formación en grupos grandes o
pequeños. Para nosotros los humanos volar en formación es de las maniobras más
complejas y que demandan una gran concentración y pilotaje, además de un
conocimiento profundo del avión que uno vuela, esto es, inter alía, o sea,
entre otras cosas, ya que se requiere de algo más. Para los pájaros no es muy
diferente. Ellos vuelan en formación de “V” por las mismas razones que lo hace
la Fuerza Aérea Mexicana. Es la forma más eficiente de volar siguiendo un líder y mantenerse fuera de su
estela. Ya saben, las aves lo hacen (el vuelo en formación) en forma instintiva
y natural, a veces se forman con algunos aviones y planeadores hasta que ya no
pueden mantener su posición. Cuando llega la temporada de migraciones, las aves
organizan grandes formaciones que vemos pasar rumbo al sur, al soleado sur.
Algunas veces el mal tiempo las detiene, como a nosotros los humanos y se bajan
a descansar en algún campo despejado o en alguna laguna mientras esperan que
amaine el tiempo. Esa lección también deberíamos de seguir los humanos.
Volar sin mover las alas
Si el vuelo en formación es
magistral, el vuelo sin mover las alas (para las aves, para los humanos el
equivalente sería a volar sin motor, es decir, planeando) viene a ser algo así como “non plus ultra”.
El llamado “Efecto de
tierra”
Todo perfil alar, aves
incluidas, que se desplazan por la atmosfera muy cerca de la superficie crean
un fenómeno que nosotros llamamos simplemente: efecto de tierra” o en inglés:
“ground effect”. Este se produce por la circulación que adquieren las moléculas
del aire al desplazarse alrededor de un perfil alar y encontrarse con el
terreno. Esto hace que se cree una especie de “colchón de aire” entre el perfil
alar y la tierra y que tiene la misma extensión que la envergadura (largo) del
ala en cuestión. Si un ala mide un metro, producirá un efecto de tierra
exactamente de un metro de altura, en otras palabras esa ala “flotará”
libremente hasta un metro de altura. Los pelicanos jamás han asistido a una
clase de aerodinámica, pero al observarlos desplazarse cerca de las olas en la
bahía de La Paz he llegado a la conclusión que más bien yo debo de aprender de
ellos el de como dominar el difícil arte de viajar gratis aprovechando el
efecto de tierra. Se desplazan casi en forma oblicua a las corrientes que
soplan justamente sobre la superficie, pero al mismo tiempo van flotando sobre
las olas, sus puntas de ala casi nunca llegan a tocar la superficie del mar, de
vez en cuando los he visto que su vuelo es tan preciso que la turbulencia que
producen dibuja unas elegantes y discretas ondas sobre el agua, eso para mí es
magia pura, no sabría de qué otra forma bautizarla. Los veo ir y venir
utilizando la misma técnica, las más de las veces vuelan en formación, dos o
más elementos en perfecta armonía, se elevan, bajan, viran, siempre siguiendo
al líder, de vez en cuando, cuando se les termina la sustentación, aletean
brevemente para no caer. El gasto de energía es mínimo. El de ellos sí que
constituye un desplazamiento ideal. Van y buscan la comida sin siquiera mover
“un dedo”. Ahora bien, si me preguntan ¿dónde duermen los pelicanos? No sabría contestarles, solo los veo ir y
venir incesantemente.
Vuelos planeando de muy, muy
larga distancia
Ya conocen a los albatros,
esas aves maravillosas con una enorme envergadura de alas. En el siglo XIX los
franceses se sintieron lo suficientemente intrigados por el vuelo de los
albatros como para enviar a los mares del sur una expedición al mando del señor
Idrac para investigar el asunto. Encontraron que los albatros vuelan a una velocidad
promedio de 49 millas por hora, sin mover las alas, levantándose a una altura
promedio de cuatro a cinco veces su envergadura, para volar en una capa de aire
de más o menos 50 pies de altura en donde el viento sopla sobre la superficie
del mar tres veces más fuerte que a ras del agua impulsándolos hacia arriba
para volver a descender y repetir el ciclo incansablemente.
De todos los descubrimientos
que nos han ayudado a entender como estas prodigiosa aves se mantienen en vuelo
viajando grandes distancias, estamos hablando de continente a continente, lo
más importante fue llegar a la conclusión que para los albatros la gravedad
terrestre actúa como la quilla de un velero, contrarresta el empuje de las
velas, o de sus alas, para el caso nuestro, es lo mismo. Ambas evitan la
deriva. Eso sigue siendo sorprendente.
Si observamos tanto los
albatros como las gaviotas tienen alas angostas, muy largas y que terminan en
punta, ese es un diseño aerodinámico extraordinario, tan bien construido que
los albatros cuando descansan no pueden plegar totalmente sus alas, eso les
permite dormitar aun cuando se encuentran volando, prodigioso.
Ya para terminar esta
disgreción. Los aviones para poder volar rápido necesitan alas delgadas que a
medida que son más veloces se van adelgazando al grado de obtener un perfil armónico
tanto arriba como abajo del ala, es decir, llegan a parecer navajas de rasurar.
Las aves no necesitan eso, simplemente no quieren volar tan rápido, a ellas
como algunos humanos nos gusta disfrutar del vuelo, lentamente.
Artículo enviado a este blog
de “CON LAS ALAS EN MI PECHO” por el
Capitán piloto aviador, Enrique Guerrero Osuna.
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