Wilbur
y Orville Wright, hijos del obispo evangélico Milton Wright, de Dayton, Ohio,
se interesan desde pequeños por los volantines. Muy pronto ambos chicos
empiezan a construir sus propios juguetes voladores: grandes dragones y
murciélagos de papel y tela. Desilusionados, descubren que cuanto más grande es
el volantín, más difícil resulta que remonte los aires. Muy pronto abandonan su
infantil afición: ambos estudian mecánica y montan su propio taller.
Un día, en el
verano de 1896, Orville está enfermo en cama y su hermano Wilbur le hace
compañía y lo distrae leyéndole las noticias del diario. Repentinamente, su voz
se altera: se anuncia que en Rhinow, Alemania, ha sufrido un mortal accidente
el valeroso Otto Lilienthal, quien ha realizado más de dos mil
"vuelos" con planeador. Un golpe de viento le ha lanzado contra el
suelo, desde más de diez metros de altura, quebrándole la columna vertebral; al
día siguiente muere, dejando de herencia al mundo un artefacto que puede volar,
pero al que le falta el motor.
Los
dos Wright sienten renacer en su ánimo el casi olvidado entusiasmo por aparatos
volantes. Orville tiene 25 años; Wilbur, 27. A partir de ese día de 1896
deciden continuar la obra del desaparecido pionero alemán.
En
sus estudios preparatorios les ayuda Octave Chanute, el francés que ya en 1894,
escribió un libro sobre el progreso de las máquinas voladoras y a fines del
siglo llegó a ser Presidente del Club Aerodinámico de Washington y constructor
aficionado de planeadores.
Es
Chanute quien, en su calidad de dirigente de los "locos del aire" norteamericanos, importa a los Estados Unidos un
planeador de Lilienthal, el que servirá a los Wright para sus primeros ensayos.
Después
del 17 de diciembre de 1903 se suceden nuevas hazañas de los Wright. En 1904,
realizan más de cien vuelos, y en octubre del año siguiente recorren casi 40
kilómetros en 38 minutos. En Europa, tales cifras son acogidas con escepticismo
e incredulidad, aunque marcas muy inferiores, como el vuelo de 60 metros de
Santos Dumont, en octubre de 1906, son recibidas con explosiones de júbilo.
Las
dudas frente a los Wright sólo desaparecen cuando un diario berlinés, el "Lokal-Anzeiger" , envía como corresponsal especial a Dayton al experto Adolf
Hildebrandt, con la misión de investigar el asunto a fondo. Hildebrandt envía
un sensacional artículo que es publicado por el diario el 18 de octubre de
1907: ¡Todo es verdad, los Wright recorren distancias increíbles! Todas las
Sociedades Aerotécnicas, Aeroclubes, y otras asociaciones de "locos del
aire", se precipitan sobre el informe, escriben a los Wright, quieren
saber detalles. Se trata, a su juicio, de un descubrimiento científico que debe
ser compartido por los especialistas de todo el mundo...
Pero
los Wright opinan de otra manera. Ya en 1903, hicieron patentar su aeroplano y
a partir de entonces se mostraron profundamente desconfiados frente a quienes
querían, a su juicio, robarles su productivo invento. Hasta Octave Chanute, a
quien los hermanos debían toda la base teórica de sus conocimientos, debió
sufrir vejaciones e insultos: se le acusó de estar tratando de copiar, el
"invento".
Típica
para retratar a los Wright es la siguiente anécdota que Glenn Curtiss solía
contar para divertir a sus invitados: Orville ve una silueta en el horizonte y
grita:
- "¡Wilbur! Otro ladrón que nos ha robado el invento.
Wilbur
se asoma y asiente:
- "Claro que sí. ¡La silueta es igual! ¡Nos
copiaron la patente! ¡Llama a la policía!"
Orville, entretanto, ha tomado un catalejo para examinar el
objeto volante y replica tristemente:
- "No, Wilbur. Resulta que se trata de un
pato..."
Muy
pronto, los éxitos de los pioneros franceses, Voisin, Delagrange,
Esnault-Pelterie, Farman, y del brasileño Santos Dumont, inquietaron a los
Wright, quienes comprendieron que no lograrían conservar el monopolio de su "máquina voladora". Su apoderado Hart O. Berg entró en
negociaciones con los competidores galos y en abril de 1907 se fundó una
sociedad con medio millón de francos de capital para explotar las patentes de
los Wright en Francia. Wilbur viajó a Europa para demostrar las bondades de su
máquina, y de paso estableció un nuevo record mundial, al mantenerse en el aire
durante 2 horas, 21 minutos y 23 segundos, recorriendo 124,7 kilómetros con una
altura máxima de 115 metros. Orville, entretanto, permanecía en los Estados
Unidos, tratando de vender su aeroplano al Ministerio de Defensa. Para ello
debe demostrar que su aparato puede llevar a un pasajero: el primero en volar
en categoría de tal es el teniente Frank P. Lahm, ganador de una reciente
carrera de globos en París. La serie de ensayos culmina el 17 de septiembre de
1908, cuando el aeroplano cae, dejando mal herido a Orville Wright y matando a
su acompañante de ese día, el teniente Thomas Selfridge. El vuelo con motor ha
cobrado su primera víctima.
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