En 2006, cuando Felipe Calderón era Presidente electo, recibió un
documento de 139 cuartillas que le revelaba, de manera descarnada, la situación
en que recibía de Vicente Fox al Ejército Mexicano.
El contenido del documento paraba los pelos de punta al más optimista.
La conclusión de los redactores, altos mandos del Ejército, no podía ser más
aterradora: México perdería la guerra contra cualquier potencia extranjera con
economía menor a la nuestra. Aun así lo mandó a guerrear con el crimen
organizado.
Calderón leyó, debió leer, que el gobierno mexicano destinaba el 0.44 por ciento del PIB en defensa exterior y seguridad interior. “El promedio mundial de inversión en gasto de defensa es del 2.6% del PIB, una cantidad 6 veces mayor a nuestro gasto de defensa nacional; tan sólo en América Latina, dicha cifra alcanza un valor de 1.6%, el cual triplica el presupuesto militar nacional…A nivel mundial, junto con Costa Rica e Islandia, cuyos gastos de defensa son del 0.0%, Mauricio (0.2%) Y República de Moldova (0.4%), México es de las naciones que menos recursos económicos destinan a su gasto de defensa, a pesar de ser la catorceava potencia económica mundial”.
Calderón leyó, debió leer, que el gobierno mexicano destinaba el 0.44 por ciento del PIB en defensa exterior y seguridad interior. “El promedio mundial de inversión en gasto de defensa es del 2.6% del PIB, una cantidad 6 veces mayor a nuestro gasto de defensa nacional; tan sólo en América Latina, dicha cifra alcanza un valor de 1.6%, el cual triplica el presupuesto militar nacional…A nivel mundial, junto con Costa Rica e Islandia, cuyos gastos de defensa son del 0.0%, Mauricio (0.2%) Y República de Moldova (0.4%), México es de las naciones que menos recursos económicos destinan a su gasto de defensa, a pesar de ser la catorceava potencia económica mundial”.
El extenso documento era una bomba de tiempo:
“En síntesis, las restricciones presupuestarias, la recurrente ejecución
de las misiones de apoyo interinstitucional, que merman el espíritu combativo,
y algunas limitaciones de planeamiento y ejecución se están conjugando para
conformar un marasmo que está afectando, riesgosamente, la actividad toral del
Ejército y Fuerza Aérea, que es el adiestramiento; para ejemplificar lo
anterior basta citar que en la preparación de desfiles y ceremonias diversas se
consume más tiempo que para el adiestramiento militar de campaña”.
Decía mucho más, por ejemplo, hablando de la Fuerza Aérea:
“Se está volando un promedio de dos horas treinta minutos al mes por
piloto aviador, tiempo que es, a todas luces, limitado si se considera que como
mínimo deberían ser seis.
“El adiestramiento de combate sólo se realiza en su modalidad de apoyo
aéreo cercano y lo efectúa un reducido número de oficiales anualmente. El
correspondiente a ‘contrafuerza aérea’ e ‘interdicción’ no se lleva a cabo.
“En la eventualidad de un conflicto bélico, la Fuerza Aérea tiene un
déficit de 227 tripulaciones, considerando la necesidad de contar con dos por
aeronave.
“Esta misma restricción presupuestaria está afectando, también
negativamente, la adquisición de armamento aéreo y municiones; de éstas,
actualmente se disponen para un día de fuego, a dos salidas por aeronave
artillada; esto significa que la Fuerza Aérea puede operar solamente el primer
día de combate si a todas sus aeronaves les fueran asignadas dos misiones”.
“En este mismo orden, el mantenimiento acusa serias limitaciones debido
a que el suministro de refacciones es lento y costoso; ello obliga a que las
aeronaves queden fuera de servicio por periodos prolongados. Hace más crítica
esta situación la existencia de 33 diferentes tipos de aeronaves fabricadas en
seis países distintos”.
IMPACTO, que obtuvo el documento el mismo día de la toma de posesión de
Calderón, lo publicó días después. La reacción fue inmediata, sin embargo,
nadie nos pidió o impidió publicarlo. Lo único que se nos dijo fue que “los
verdes (militares) están nerviosos”. También un alto mando del Ejército sólo se
interesó durante 3 horas en conocer el origen de la filtración. No obtuvo nada;
un par de semanas después, el secretario de la Defensa, general Guillermo
Galván, reconoció la autenticidad del documento; refiriéndose a la Fuerza
Aérea, nos dijo que los aviones que resguardan la zona petrolera del Golfo de
México volaban a ciegas, es decir, sin radares.
En 6 años algo cambió, pero es indudable que el Ejército, que carga con
el peso mayor de la lucha contra el crimen organizado, tiene serios déficits y
carece de una legislación que le permita actuar con seguridad en esa guerra.
Es bueno saber que las Fuerzas Armadas se están renovando y
fortaleciendo, como dice el Presidente.
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