Bienaventurados aquellos que comprenden mis pasos
vacilantes y mis manos temblorosas…
Bienaventurados mis compañeros pilotos aviadores
que no tienen en cuenta mis olvidos…
Bienaventurados mis familiares que saben que capto
las palabras con dificultad, por eso procuran hablarme más alto y pausadamente…
Bienaventurados los que perciben que mis ojos, de
tanto observar las nubes, ya están nublados, por eso mis reacciones son lentas…
Bienaventurados mis nietos que desvían su mirada,
simulando no haber visto el café que sin querer derramé en la mesa…
Bienaventurados mis compañeros de generación que
sonríen y me prestan atención cuando conversan conmigo…
Bienaventurados los que leen mis escritos y nunca
me dicen: “Eso ya lo habías publicado…
Bienaventurados todos lo que se acercan a ayudarme
cuando me siento o me paro, porque observan que soy un discapacitado…
Bienaventurados los que me hacen sentir que estoy
vivo y no estoy abandonado…
Bienaventurados los que comprenden cuanto me cuesta
encontrar fuerzas para aguantar mi edad y mi cruz…
Bienaventurados los que me alegran estos últimos
años sobre la tierra…
Bienaventurados aquellos que entienden bien, el
porqué ya colgué mis alas…
Bienaventurada mi esposa, que me acompaña, me
sostiene, me alienta y me anima a esperar que de el último aterrizaje…
Cuando yo llegue al cielo de nuevo, a ese cielo que
cruce tantas veces en mi avión, le pediré por ellos a Dios… Amén…
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