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sábado, 11 de junio de 2016

EL AROMA DE LA TIERRA DESPUÉS DE UNA TORMENTA DE VERANO




Esta reflexión es del Capitán Piloto Aviador, ENRIQUE GUERRERO OSUNA, quien como siempre al igual que yo, somos dos locos de la literatura, y que voló por estas tierras. 

"De los pocos placeres gratis de la vida son los que nos prodiga la madre naturaleza. Podemos tener amaneceres inigualables aquí y allá, con un estupendo concierto de colores, atardeceres sudcalifornianos que hacen palidecer al mejor cuadro de Van Gogh, tonalidades sublimes, que cambian cada instante, además, cada tarde son diferentes, por lo que está en nosotros salir simplemente a disfrutar esas manifestaciones en todo su esplendor. La naturaleza se prodiga en estas tierras en una forma o en otra, pero cuando se ve muy agradecida es cuando recibe unas cuantas gotas de fresca lluvia. Uno tiene que transportarse a la sierra de las Cacachilas  rumbo a Los Planes para poder apreciar este  hermoso despliegue de aromas, aún en los alrededores de La Paz se puede apreciar este fenómeno que se da cada año, sin falta,

El aroma de la tierra recién regada por una tormenta veraniega tiene otra connotación para nosotros los pilotos. Uno de los mayores problemas a la navegación aérea lo constituyen las tormentas de verano. Usted las puede ver crecer esas nubes hermosas que parecen enormes catedrales efímeras, cuyas voluptuosas formas van cambiando caprichosamente, guardan en su interior una enorme energía en diversas formas, y que una vez desatadas, nada ni nadie las puede detener. Si esta uno con los pies en tierra firme, se siente de repente un cambio brusco en la dirección e intensidad del viento, las tolvaneras son su marca, en el aire se puede sentir una humedad repentina y en menos de lo que se los estoy contando, se sueltan todas las fuerzas de la naturaleza, los relámpagos hacen su aparición, a continuación viene una lluvia torrencial que reduce la visibilidad a casi cero. Esta etapa en aviación la llamamos “de madurez”, es, por decir lo menos, lo mero bueno de una tormenta. Las ráfagas de viento poco a poco se van calmando y la lluvia empieza a bajar su intensidad, claro, durante la madurez es muy frecuente encontrar la caída de granizo y que dependiendo de su tamaño es una indicativa de la intensidad de la misma. El granizo no es otra cosa que la humedad congelada y una vez convertida en hielo su peso la empuja hacia la tierra, pero las corrientes ascendentes dentro de una tormenta la vuelven a impulsar hacia niveles superiores en donde al bajar la temperatura, se vuelve a congelar y su peso la hace caer de nuevo. Este ciclo se puede repetir varias veces, dependiendo de la intensidad de la tormenta, de manera que al cortar un granizo se puede apreciar su formación en forma de cebolla, cada vez que se repite su ciclo se le forma una capa y así sucesivamente. Es común oír historias de bolas de granizo del tamaño de una pelota de golf o aún más grandes, todo depende, como acabamos de decir, de la intensidad de una tormenta. Curiosamente cuando se dan ciertas condiciones los granizos pueden “salir volando” por así decirlo varias millas fuera del núcleo principal. Así de fuerte pueden ser algunas tormentas. A estos monstruos los pilotos debemos evitarlos y sacarles la vuelta, es decir, rodearlos lo más alejado posible, de día y teniéndolas a la vista debemos alejarnos algunas  10 millas, eso es lo más recomendable, de noche o en condiciones de mal tiempo, 20 millas náuticas es una distancia más que conservadora para evitarlas. En todo caso lo más recomendable es rodearlas, si se ven o se detectan por medio del radar o cualquier otro dispositivo, debemos darles la vuelta y alejarnos de ellas.

Acá sobre la madre tierra es otro cantar. Para nosotros los pilotos no hay nada más tranquilo y satisfactorio que observar el desarrollo de esos enormes gigantes y verlos convertirse en tormentas veraniegas descargando rayos pero más que nada, lluvias torrenciales y sentir en la cara y a buen resguardo, el golpe del viento que anuncia su proximidad.

Me encantan las tormentas de verano, o de invierno, pero con los pies secos y en “tierra firme”. Lo que yo llamo “mal tiempo” me gusta verlo sentado con un buen libro y una copa de vino, entonces sí, que se desate el infierno, bastantes años lidie con ello, cedo mi lugar a los jóvenes que vienen atrás con todo el empuje de su juventud, yo me conformo con observar como la naturaleza sigue su curso, año tras año, a veces con patrones muy reconocibles, a veces con variantes que los científicos insisten en achacar al cambio climático, vaya usted a saber. Los rancheros y los marineros nos dicen que todo sigue igual, ellos saben por intuición cuando va a llover, o cuando el tiempo va a cambiar, sin tener acceso a las estadísticas que tantos quebraderos de cabeza da a los científicos.

Los pilotos y los marineros invertimos una gran cantidad de tiempo estudiando la atmósfera, eso es lógico, de una u otra forma siempre nos afecta, sin embargo, estamos muy lejos de poder hacer un pronóstico acertado. Hemos avanzado un gran trecho, actualmente es posible dar seguimiento a los huracanes cada año, y más o menos pronosticar su desplazamiento con cierto grado de exactitud, pero siempre tenemos el capricho de la naturaleza que desbarata toda expectativa.

Existe otro pequeño conocimiento de cómo se comporta el tiempo en forma local, es decir, si usted ve en el puerto de La Paz que los marineros locales salen en sus embarcaciones, puede estar seguro que habrá buen tiempo, en cambio, si los ve varados y asegurados a tierra, mejor no salga, seguro habrá “marejada”.

Los pilotos nos apegamos a datos, según nosotros, más “científicos”, es decir, nos basamos en “pronósticos meteorológicos” conocidos en el argot aeronáutico como “TAF” por aquello de: Terminal Aviation Forecast” en suma: lo que buenamente los meteorólogos esperan que ocurra en las próximas horas de acuerdo a los números y estadísticas que ellos calculan, aunque siendo sinceros como pilotos para nosotros son bastante confiables de hecho, son tan confiables que despegamos basados en esos pronósticos, lo que encontremos en la vida real a veces puede variar, pero casi siempre son acertados.

Estando en tierra en lugares como la ciudad de Guadalajara durante el verano, es común sentir el aroma de la tierra “mojada” debido al paso de alguna lejana tormenta, a veces no tan lejana, ya que si se descuida puede verse atrapado en medio de un diluvio.

Después del paso de una tormenta, el cielo queda cristalino y diáfano, los pasos a desnivel quedan, como es de esperarse, totalmente inundados, intransitables, eso en Guadalajara. En el campo, las lluvias siempre son bienvenidas y después de un “chaparrón” no pasa nada, la gente continua con sus actividades normales difícilmente interrumpidas. Esto es un ciclo que se repite cada año desde hace muchas eras geológicas, y lo más probable es que sigan repitiéndose una y otra vez. Durante una tormenta podemos distinguir claramente tres etapas: la de formación cuando las nubes se empiezan a desarrollar verticalmente, crecen y crecen. A continuación viene la etapa de “madurez” que es cuando se desatan todas las fuerzas de la naturaleza, ya que los vientos en la superficie se arrachan, son comunes las “tolvaneras” el cielo se torna negro, vienen los relámpagos y a continuación se desatan las lluvias torrenciales. Si no está uno a resguardo, esta etapa es de dar miedo, ya que se puede apreciar la violencia de la naturaleza desatada, las descargas eléctricas son un verdadero peligro, los vientos pueden llegar a arrancar árboles o los techos de las casas, las calles se inundan y todo se ve interrumpido.

Todo en el lapso de 30 minutos o menos, al poco tiempo la calma retorna, bien dice el dicho: “después de la tormenta viene la calma” todo vuelve a la normalidad y la tormenta pierde fuerza, a esta etapa la llamamos: “de disipación”, la lluvia puede continuar pero ya sin la intensidad que la precedió, las descargas eléctricas se distancian o casi desaparecen y poco a poco vuelve la tranquilidad. Es entonces cuando los aromas se desatan, el cielo se torna diáfano y cristalino y solo queda en el ambiente el recordatorio de lo poco que podemos hacer como seres humanos para controlar esas fuerzas insospechadas.

Sin embargo el aroma de la tierra mojada es un símbolo de esperanza y renovación que queda flotando en el ambiente. La tormenta ya paso y la vida debe continuar.

Los rayos son otro de los peligros, tanto en tierra como en el aire, pero ¿Qué es un rayo? todo mundo lo podemos consultar en internet, pero básicamente un rayo es una descarga súbita de energía electromagnética. Suceden u ocurren durante una tormenta cuando la tierra, que está cargada positivamente atrae la energía acumulada en forma negativa dentro de una gran nube. Cuando ese diferencial es demasiado alto, ocurren las descargas eléctricas. Lo mejor es no estar en el camino de un rayo, aunque a veces los encuentros son inevitables. A cielo abierto, por decir en un campo de beisbol, los objetos más sobresalientes, que puede ser un cuerpo humano, llaman las descargas. Los rayos tienen una contraparte, es decir, una descarga puede ser de una nube a tierra, sin embargo antes de hacer contacto se genera una descarga en sentido inverso y cuando se juntan sucede el rayo acompañada de un “flashazo” de luz muy intensa y un trueno muy fuerte debido a la súbita expansión y calentamiento del aire, si pudiéramos distinguirlo, el aire huele a ozono. Millones de volts descargados en un milisegundo. Desde el punto de vista de la aviación para mí en lo personal cuando un rayo impacta un avión significa que los pilotos se acercaron demasiado a una tormenta o zona de actividad conectiva. En realidad a los pasajeros y tripulantes dentro de un avión no les pasa nada, fuera de la encandilada y el trueno potente debido al efecto conocido como “caja o jaula  de Faraday” que no es otra cosa, en palabras necesariamente científicas que: el cuerpo del avión se convierte en un conductor en equilibrio electrostático, es decir, la corriente que recibimos es igual a 0. No pasa lo mismo si nuestro cuerpo recibe una descarga directamente ya que en ese caso la corriente si pasa a través de nuestro cuerpo a tierra produciendo daños terribles a los tejidos. Cada año mueren miles de personas impactadas por rayos. Los lugares más seguros durante una tormenta son los edificios, casas, etc., o los vehículos. No se le ocurra guarecerse debajo de un árbol.

¿En Baja California Sur corremos peligro de rayos? Afirmativo, cada año. De hecho son pocos los lugares del planeta que están exentos de este peligro. Normalmente los rayos “golpean” en partes altas, montañas, estructuras, edificios, antenas,  postes, arboles, hasta  a los animales, el hombre incluido.

Los agricultores necesitan de la lluvia, los pilotos no. Pero ambos debemos aprender a convivir con ella, al fin y al cabo es hermoso aspirar el aroma de la tierra fecundada por una lluvia de verano o recibir las primeras gotas de un chaparrón en la cara, pero, lo repito,  con los pies en la tierra"

Muchas gracias Enrique y seguimo como se dice: "ATENTOS Y PENDIENTES"




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