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lunes, 14 de noviembre de 2016

EL MEJOR TRABAJO DEL MUNDO



El mejor trabajo del mundo.

“El mejor trabajo del mundo es aquel que a uno le gusta hacer”.

Por el Capitán Piloto Aviador Enrique A. Guerrero Osuna.

Dicho lo anterior tal vez no quedaría mucho por hablar, pero les voy a platicar algo. Dicen los que dicen que volar es el mejor trabajo, aunque cada quien habla según nos va en la feria. Yo en lo personal no pudiera estar más de acuerdo. Para mí, el volar es simplemente un placer, el hecho de que me paguen por hacer lo que más me gusta no cambia la ecuación. Tampoco valoro lo que yo hago en virtud de la cantidad pecuniaria que recibo a cambio. No. Una de las primeras lecciones que aprendí en la Escuela Militar de Aviación es a disfrutar del vuelo y a conocer y respetar mi avión. También aprendí a respetar profundamente a la naturaleza. Entonces, para mi volar no es un trabajo. Desde el mismísimo momento en el que mi avión se desprende de sus cadenas terrenales, es decir, que emprende el vuelo, empieza la sinfonía, no en el sentido del sonido, sino en la delectación misma de aquella maravilla, la tierra nos jala, pero las alas de mi avión  vencen esa resistencia y juntos emprendemos una nueva aventura. Entre pilotos tenemos un dicho: Los vuelos son como las mujeres, cada uno es diferente. En equidad de género, ellas dirían: todos los hombres son diferentes. Y es verdad... No hay uno exactamente igual a otro. Aunque se afane uno en hacer cada vez lo mismo, en el mismo avión, en la misma pista, con la misma tripulación, no es posible. Existen factores imponderables que están más allá de nuestro control. Para bien o para mal.

En la Fuerza Aérea Mexicana aprendí que volar es un placer (y luego aparte le pagan a uno). Empieza uno conociendo el hermoso cielo del estado de Jalisco. Aquellas mañanas cuando de cadete nos toca volar muy temprano después de las tormentas de verano es simplemente ir a la gloria y regresar. El aire está limpio y fragante, aunque suene a pieza de mariachi, ¡pero huele a tierra mojada! Ya más avanzado el día aprendemos que con el calor viene la turbulencia, pero, ¿a quién le importa? A un piloto militar la turbulencia nos tiene totalmente sin cuidado. Además, la turbulencia significa que el aire se está moviendo, solo tenemos que investigar en que dirección A los pasajeros en los aviones comerciales si les importa, por eso los pilotos tratamos de evitarla, sin embargo, en los vuelos con carga, dicen los que saben, que “la carga no se queja”. Ahora bien, ¿la naturaleza hace alguna diferencia?, es decir ¿distingue entre aviones cargueros, comerciales, privados, militares? Absolutamente, no.

La naturaleza hace su trabajo independientemente de lo que nosotros como humanos intentemos realizar. Y cuidadito y no la tomemos en cuenta, porque nos da unas zarandeadas “de aquellas”, como dicen en Mexicali. Solo es cuestión de ponerse a estudiar los patrones meteorológicos que se repiten año con año. Un ejemplo sería: que para los pilotos es obvio que cerca de las corrientes de chorro siempre habrá turbulencia, entonces: o las cruzamos a 90 grados o nos “trepamos” a ellas para aprovechar los vientos de cola. Todo lo demás, es pura vanidad.

Andando el tiempo, me toco la fortuna de poder volar en muchas partes de nuestro país, y les aseguro, disfrute enormemente conocer lugares como el Istmo de Tehuantepec, lugar en donde estaba basado el Escuadrón Aéreo 207 como le decíamos en la Fuerza Aérea: “la patrulla del Istmo”. Una tierra generosa con habitantes muy especiales en el sentido de que son muy diferentes, otras costumbres, otra comida. A mí me dijeron que la base aérea de Ixtepec  adonde me mandaron era “un lugar de castigo”. ¿Y yo que hice para merecer eso? Pregunté. La realidad desmintió aquellos rumores. Es un lugar muy especial debido a su orografía, de la cual voy a platicar más adelante, y a su gente, además para un subteniente piloto aviador recién graduado, después de haber soportado a mis “avanzados”,  el infierno es un lugar como cualquier otro. Nada que ver con los diablos en Ixtepec. Por curiosidad me puse a leer sobre la historia de la región y eso me dio una perspectiva más amplia .Para empezar el Istmo de Tehuantepec es una especie de “venturi” orográficamente hablando, ya que es aquí donde vienen a terminar las dos cadenas montañosas de la República Mexicana, la sierra Madre Occidental y la sierra Madre Oriental. Aquí se unen y se forma lo que conocemos como “Nudo Mixteco”, pero terminan súbitamente y se hace una pauta, vuelven a comenzar ya como Sierra Madre de Chiapas y siguen su camino (las montañas) hacia Centroamérica. En ese inter se formó el istmo de Tehuantepec. Por esa condición de estar entre dos cadenas montañosas el viento sopla con singular alegría e intensidad, y es constante de norte a sur, la mayoría de las veces, y en otras ocasiones de sur a norte, en son de broma en la fuerza aérea decíamos que la basura que el viento arrastra a veces va hacia Veracruz pero al día siguiente se regresa hacia Oaxaca.  Pero me esperaban más sorpresas. Para llegar hasta allá, la fuerza aérea nos mandó vía autobúses Cristóbal Colón, hermoso nombre para una línea de camiones, durante el trayecto conocimos, un compañero de generación y yo, a una muchacha muy agradable, que nos platicó sobre su tierra, claro, como buenos y decentes caballeros, le pedimos su número de teléfono y su dirección y al llegar nos dijo que le habláramos. Yo no sé si soy lento, pero cuando llegamos mi compañero ya se había puesto de acuerdo con ella, total, nos introdujo en la sociedad “istmeña”.

En esa época el  escuadrón 207 estaba equipado con los poderosísimos North American T-28A. Nosotros, no es queja, al contrario, durante nuestro adiestramiento de vuelo en la Escuela Militar de Aviación, tuvimos la grandísima oportunidad de volar aviones de la Segunda Guerra Mundial, el Stearman PT-17 y el AT-6.  






Aviones de tren convencional, es decir, de rueda de cola, el T-28 era como un súper avión. Además, íbamos a “volar”, ese era nuestra ilusión. El T-28,  para mí,  resultó ser,  no un súper avión, pero si un avión hermoso, muy alto, muy noble, fácil de volar, con un ruido que para mí sigue siendo “música clásica” cuando lo escucho. Es un avión tan noble, que cuesta mucho trabajo meterlo en barrena, eso para nosotros los pilotos habla muy bien de un avión.



Como es una tradición en la Fuerza Aérea Mexicana, cada vez que un piloto va a volar un avión diferente tenemos que estudiar “como dementes” el manual de vuelo, de hecho, nos lo teníamos que aprender de memoria, “tablillas de check” incluidas, (esta tradición todavía la sigo observando al pie de la letra) de manera que al llegar a este escuadrón nos pasábamos los días en el salón de clases, aprendiendo todo lo relativo al “nuevo”, al menos para nosotros,    T-28. Este avión fue el resultado de una requisición de la fuerza aérea norteamericana justo después de la II Guerra Mundial  Fue un avión digamos de “transición” entre los aviones de pistón y los nuevos jets de combate. Tenía una cabina, después del AT-6, enorme, con consolas de controles a derecha e izquierda, con una palanca muy rara en el bastón, que después aprendimos, era el “shimmy damper”, un dispositivo para manejar la rueda de nariz y poder “taxear” con absoluta libertad, muy efectivo.

Los flaps de este avión parecían puertas de granero, de lo grande, además tenían escalones para que los pilotos pudiéramos “treparnos” a la cabina, todo un lujo. Una vez sentados, arribamos a otro mundo. Una cantidad enorme de controles, palancas, interruptores, etc. Poco a poco, como todo en la aviación, fue cayendo en su lugar. Al rato soñábamos con esa cabina, sin ver, podíamos decir donde estaba cada cosa. Términos absolutamente nuevos para nosotros como los “cowling flaps” llegaron a ser familiares, incluso entre pilotos militares tenemos una seña para eso. Como todo, nos llegó el día que empezamos a volar, primero en “doble control” y luego obviamente, nos “soltaron”. En la fuerza aérea, como siempre andamos juntos, desarrollamos lo que nosotros llamamos “espíritu de cuerpo”, que no es otra cosa que un sentido de solidaridad muy sólido entre compañeros. En la Escuela Militar de Aviación nuestros instructores (un afectuoso saludo para ellos donde quiera que se encuentren) nos enseñaron a “formar”, de hecho, constituye una nueva “soltada” es decir, varios aviones volando en la misma dirección, y haciendo lo mismo. La formación es una de las maniobras militares más hermosas y más interesantes, independientemente de la acrobacia, porque eso es aparte, y que requiere mucha habilidad y pilotaje, además de una coordinación y disciplina magistral. En una formación los elementos depositamos toda nuestra confianza en el líder, él es el que nos da la “pauta” a seguir, si el líder falla, la unidad falla. No podemos permitirnos ese lujo. Claro, la práctica hace el maestro. Si hubiera una palabra que definiera a un piloto militar sería: en aviación de combate: “reacciones” (reflejos, le llamarían algunos), en aviación de transporte: “disciplina. Entre pilotos militares llegamos a conocernos tanto que algunas maniobras las hacemos simplemente al observar los controles del avión del líder, y lo seguimos ciegamente. El T-28 parece ser que nació para formar y los pilotos lo sabemos. Por otro lado, tengo que aceptar modestamente que los pilotos militares, una vez que aprendemos a formar, lo podemos hacer en cualquier avión que nos pongan enfrente, incluso mezclando rendimientos, es decir formar con aviones de características diferentes, pero una vez que aprende uno a mantener su lugar, es muy difícil que nos muevan de ahí. Las formaciones son muy demandantes, sus integrantes no pueden descuidarse un instante, requieren de una vigilancia y estricta disciplina constante, para todos los pilotos militares en el mundo, el volar en formación es una forma de vida y lo hacemos, sin afán de presunción,  casi por intuición, pero no hay nada más satisfactorio en esta miserable vida, que un trabajo en equipo bien realizado, los instructores de vuelo, en la Escuela Militar de Aviación no reciben ningún tipo de compensación por enseñar a volar a los cadetes, lo hacen  sin esperar nada a cambio, su paga es la satisfacción de haber traspasado sus conocimientos y más que nada, el gusto por volar, nada más.

Hay enseñanzas que se quedan para toda la vida.

Si yo le preguntara al actor  Clark Gable que cuál es el mejor trabajo del mundo obviamente me iba a decir que el de un artista en Hollywood. Si hubiera yo tenido la oportunidad de preguntarle al “pelón” Osuna cual era según él, el mejor trabajo, seguramente me hubiera dicho que el tenis, o a Luciano Pavarotti, andiamo, qui otra cosa?, y si interrogáramos a un político mexicano…mejor ahí lo dejamos. Esos son cínicos no fregaderas.

Pasando a algo más agradable, alguien antes que yo ya lo dijo: Si uno hace algo por lo cual no pediríamos nada a cambio, estaríamos en el camino de la salvación. (Si mi patrón está leyendo esto, espero que no me haga caso).  No existe, según yo, nada más satisfactorio que el descanso bien ganado después de un arduo día de trabajo. Con la conciencia tranquila y la enorme satisfacción del deber cumplido. Esas son las enseñanzas que me fueron inculcadas en la Fuerza Aérea Mexicana.

Cada quien puede hacer de su trabajo “el mejor del mundo”, solo es cuestión de actitud.




CAPITÁN P. A. ENRIQUE A. GUERRERO OSUNA

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