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martes, 1 de diciembre de 2015

EL SUEÑO DE PODER VOLAR



El sueño de poder volar



Por el Capitán Piloto Aviador Enrique A. Guerrero Osuna.

Para el hombre el poder volar como las aves ha sido siempre un sueño recurrente cuanto más difícil de lograr. Ya lo hemos escuchado: si dios hubiera querido que el hombre volara, nos hubiera dado alas. Sin embargo nos doto de dos cosas muy poderosas, la imaginación y el corazón, pero no han sido suficientes para poder remontar el vuelo por nuestros propios medios.

Levantar un cuerpo más pesado que el aire tiene una implicación muy poderosa, la cual, ya lo saben, gobierna todo en el universo, me refiero a la gravedad. Cuando una gaviota o un pelicano deciden hacerse al aire tienen forzosamente que vencer a la gravedad. Claro esos pájaros gozan de la ventaja que les da la brisa marina, extienden sus alas y ¡voila! Tienen la sustentación necesaria para despegar y solo tienen que tener cuidado en no perder esa sustentación para mantenerse volando. Las aves lo hacen en forma intuitiva. Nosotros los humanos, si queremos volar como las aves,  tenemos que de alguna manera conseguir esa sustentación y mantenerla, eso es muy importante porqué cuando una aeronave pierde su capacidad de sustentación simplemente se precipita a tierra obedeciendo a la gravedad. Eso los pilotos lo aprendemos en nuestras primeras lecciones de vuelo, es decir, a no caernos del cielo, como el mítico personaje Ícaro. Esa lección, la de nunca entrar en conflicto con la gravedad, a mí me quedo muy clara desde mi primer vuelo. Luego viene la cuestión de la velocidad. Mi muy venerada madre me dijo un día: hijo, no corras tan recio. Nunca he comprendido bien a bien a que se refería. Tal vez ella pensaba que iba yo a conducir un automóvil a “mil por hora”, así se decía en Mexicali en los años 50as.  Pero sucede que un avión tiene que ir, necesariamente, muy recio, bueno al menos arriba de su velocidad de “stall” que es la velocidad por debajo de la cual, se precipitan a tierra, con o sin la autoridad del piloto, así que, por ejemplo un avión Stearman PT-17 biplano de cabina abierta debe mantener cierta velocidad mínima so pena de caer. Para poder lograr lo anterior necesitamos un medio de locomoción. Vamos a llamarlo por el momento como “motor”. Pero un motor por sí solo no me sirve de mucho, además son muy pesados, así que inventamos la hélice. Este si fue un invento maravilloso. A ciencia cierta es muy difícil establecer quien diseño la primera hélice, lo que sí sabemos es que Leonardo Da Vinci realizó experimentos con algunos diseños que tenían la forma helicoidal, es decir, como un tornillo que penetra en la madera, así las hélices penetran en el aire y las propelas en el agua, es el mismo principio

El vuelo los pilotos tenemos que aprender a sentirlo en todo el cuerpo pero principalmente en las manos y en los pies y luego, por medio del cerebro hacer que todo trabaje coordinadamente para no caernos. Ahora bien si cuenta usted con un poderoso motor Continental de 220 HP como el del PT-17, simplemente “le mete todo el machete” (acelerar totalmente)  y empieza a ascender, problema resuelto. Casi. Todo tiene sus límites. Los planeadores no cuentan con la capacidad de ascender con el empuje de un motor, ellos como las aves tienen que aprovechar las corrientes ascendentes, solo tienen que encontrarlas, he ahí el quid del asunto. Entonces vamos a recapitular: ya tenemos un avión, esta palabra la inventaron los franceses con alas y fuselaje, le pusimos un motor con hélice y ya podemos volar. Los planeadores solo tienen sus alas para poder volar y por supuesto, la habilidad del piloto para mantenerse en el aire, por eso son tan ligeros y sus alas tan largas. A propósito, si a un avión le falla el o los motores se convierte en un planeador muy pesado, pero puede seguir volando, aunque por poco tiempo. Eso responde una pregunta que continuamente me plantean: “¿al pararse los motores los aviones se desploman?”. No es así, pueden seguir volando aunque el piloto tiene que buscar algún lugar donde aterrizar su avión, sea un campo, una carretera, una montaña (no recomendable), un lago, un río o el mar, y si corre con suerte en alguna pista. En mis tiempos de cadete los instructores nos enseñaban una maniobra llamada: “aterrizajes forzados simulados” en la cual se simulaba una falla de motor y teníamos que escoger algún lugar en donde caer y llevar nuestro avión ahí, luego el instructor nos calificaba: “en esta te salvaste, en esta te mataste, etc.” Lo cual nos llevaba a siempre estar buscando algún campo en donde poder aventarnos un “forzado”. Esto lo traje a la mente hace algunos años cuando tuve la oportunidad inigualable de volar en un AT-6 en el aeropuerto Del Norte en Monterrey, N.L. en uno de esos vuelos sobre la mancha urbana el motor empezó a “toser” en forma intermitente por lo que de inmediato busque un lugar donde llevar esa joya clásica (el AT-6) con seguridad. Lo primero que localicé fueron las canchas deportivas de la UANL, “ahí” me dije. Luego el motor reacciono favorablemente y no hubo necesidad de nada. Aterricé en el ADN sin novedad. Al revisar el motor los mecánicos encontraron que las líneas de combustible tenían mucho “aire” atrapado y eso produjo las “tosidas” del motor. Actualmente las posibilidades de que un motor falle son astronómicas, pero puede llegar a pasar, recuerden el accidente del río Hudson, pero para eso nos entrenamos los pilotos. En una ocasión íbamos despegando cuando mi instructor me gritó: “forzado” de inmediato intente virar para regresar a la pista, mi instructor me lo impidió diciéndome: “jamás intentes regresar porqué te vas a matar” aterriza derecho, al frente. Lección aprendida.

Debo aclarar, antes de continuar, que los cadetes de la EMA cifran su existencia en el “vuelo”, por supuesto que tienen otras actividades de todo tipo, clases, academias, marchas, guardias, franquicias, arrestos, viajes a la ciudad de México en septiembre, etc., etc., acuérdense: “sin trabajo, no hay placer” en otras palabras nos enseñan que “no hay tortas gratis”, pero para nosotros todo gira alrededor de esta maravillosa actividad que es el vuelo humano. Lo que este fuera de este círculo, simplemente carece de importancia. Las personas o los cadetes que no vuelen, se quedan fuera de nuestro mundo. Ya lo sé, indebidamente, pero así es. Esto puede sonar un poco pretencioso pero es una realidad que no puedo ni debo ocultar, en este sentido los pilotos somos necesariamente elitistas, porqué una vez en el aire estamos auténticamente “solos”. Nadie va a tomar decisiones por nosotros y lo tenemos que hacer rápido y bien ya que el precio a pagar, como todos sabemos, es muy alto.

El hecho de volar, es decir, desprenderse del contacto con la madre tierra, necesariamente conlleva cierta magia, aquí en la tierra solo hay dos tipos de seres que vuelan: los pájaros y los pilotos. Los primeros lo hacen naturalmente, los segundos tenemos que aprender a volar, los pájaros el vuelo lo realizan sin pensarlo, instintivamente, los humanos si tenemos que concentrarnos para poder volar. Para empezar necesitamos algún tipo de aditamento, ya sean alas y alguna manera de ponerlas en movimiento,  ya saben, para producir “levantamiento” y poder elevarnos, de hecho si quisiéramos volar como los ángeles necesitaríamos unas alas enormes y una musculatura acorde para poder “batirlas”.  Hasta el día de hoy eso no ha ocurrido

Hablar del vuelo no es tan sencillo, pero al mismo tiempo es una gran satisfacción poder compartir con ustedes esas experiencias, al fin y al cabo los pilotos realizamos una actividad que nos da un gran placer, eso por si solo justifica los riesgos.

“El placer no está en las cosas, sino en nosotros mismos” Richard Wagner.

Hasta pronto, sigan leyendo.


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