El
sueño de poder volar
Por
el Capitán Piloto Aviador Enrique A. Guerrero Osuna.
Para el hombre el poder
volar como las aves ha sido siempre un sueño recurrente cuanto más difícil de
lograr. Ya lo hemos escuchado: si dios hubiera querido que el hombre volara,
nos hubiera dado alas. Sin embargo nos doto de dos cosas muy poderosas, la
imaginación y el corazón, pero no han sido suficientes para poder remontar el
vuelo por nuestros propios medios.
Levantar un cuerpo más
pesado que el aire tiene una implicación muy poderosa, la cual, ya lo saben,
gobierna todo en el universo, me refiero a la gravedad. Cuando una gaviota o un
pelicano deciden hacerse al aire tienen forzosamente que vencer a la gravedad.
Claro esos pájaros gozan de la ventaja que les da la brisa marina, extienden
sus alas y ¡voila! Tienen la sustentación necesaria para despegar y solo tienen
que tener cuidado en no perder esa sustentación para mantenerse volando. Las
aves lo hacen en forma intuitiva. Nosotros los humanos, si queremos volar como las
aves, tenemos que de alguna manera conseguir
esa sustentación y mantenerla, eso es muy importante porqué cuando una aeronave
pierde su capacidad de sustentación simplemente se precipita a tierra
obedeciendo a la gravedad. Eso los pilotos lo aprendemos en nuestras primeras
lecciones de vuelo, es decir, a no caernos del cielo, como el mítico personaje Ícaro.
Esa lección, la de nunca entrar en conflicto con la gravedad, a mí me quedo muy
clara desde mi primer vuelo. Luego viene la cuestión de la velocidad. Mi muy
venerada madre me dijo un día: hijo, no corras tan recio. Nunca he comprendido
bien a bien a que se refería. Tal vez ella pensaba que iba yo a conducir un
automóvil a “mil por hora”, así se decía en Mexicali en los años 50as. Pero sucede que un avión tiene que ir,
necesariamente, muy recio, bueno al menos arriba de su velocidad de “stall” que
es la velocidad por debajo de la cual, se precipitan a tierra, con o sin la
autoridad del piloto, así que, por ejemplo un avión Stearman PT-17 biplano de
cabina abierta debe mantener cierta velocidad mínima so pena de caer. Para
poder lograr lo anterior necesitamos un medio de locomoción. Vamos a llamarlo
por el momento como “motor”. Pero un motor por sí solo no me sirve de mucho,
además son muy pesados, así que inventamos la hélice. Este si fue un invento
maravilloso. A ciencia cierta es muy difícil establecer quien diseño la primera
hélice, lo que sí sabemos es que Leonardo Da Vinci realizó experimentos con
algunos diseños que tenían la forma helicoidal, es decir, como un tornillo que
penetra en la madera, así las hélices penetran en el aire y las propelas en el
agua, es el mismo principio
El vuelo los pilotos tenemos
que aprender a sentirlo en todo el cuerpo pero principalmente en las manos y en
los pies y luego, por medio del cerebro hacer que todo trabaje coordinadamente
para no caernos. Ahora bien si cuenta usted con un poderoso motor Continental
de 220 HP como el del PT-17, simplemente “le mete todo el machete” (acelerar
totalmente) y empieza a ascender, problema
resuelto. Casi. Todo tiene sus límites. Los planeadores no cuentan con la
capacidad de ascender con el empuje de un motor, ellos como las aves tienen que
aprovechar las corrientes ascendentes, solo tienen que encontrarlas, he ahí el
quid del asunto. Entonces vamos a recapitular: ya tenemos un avión, esta palabra
la inventaron los franceses con alas y fuselaje, le pusimos un motor con hélice
y ya podemos volar. Los planeadores solo tienen sus alas para poder volar y por
supuesto, la habilidad del piloto para mantenerse en el aire, por eso son tan
ligeros y sus alas tan largas. A propósito, si a un avión le falla el o los
motores se convierte en un planeador muy pesado, pero puede seguir volando,
aunque por poco tiempo. Eso responde una pregunta que continuamente me
plantean: “¿al pararse los motores los aviones se desploman?”. No es así,
pueden seguir volando aunque el piloto tiene que buscar algún lugar donde
aterrizar su avión, sea un campo, una carretera, una montaña (no recomendable),
un lago, un río o el mar, y si corre con suerte en alguna pista. En mis tiempos
de cadete los instructores nos enseñaban una maniobra llamada: “aterrizajes
forzados simulados” en la cual se simulaba una falla de motor y teníamos que
escoger algún lugar en donde caer y llevar nuestro avión ahí, luego el
instructor nos calificaba: “en esta te salvaste, en esta te mataste, etc.” Lo
cual nos llevaba a siempre estar buscando algún campo en donde poder aventarnos
un “forzado”. Esto lo traje a la mente hace algunos años cuando tuve la
oportunidad inigualable de volar en un AT-6 en el aeropuerto Del Norte en
Monterrey, N.L. en uno de esos vuelos sobre la mancha urbana el motor empezó a
“toser” en forma intermitente por lo que de inmediato busque un lugar donde
llevar esa joya clásica (el AT-6) con seguridad. Lo primero que localicé fueron
las canchas deportivas de la UANL, “ahí” me dije. Luego el motor reacciono
favorablemente y no hubo necesidad de nada. Aterricé en el ADN sin novedad. Al
revisar el motor los mecánicos encontraron que las líneas de combustible tenían
mucho “aire” atrapado y eso produjo las “tosidas” del motor. Actualmente las
posibilidades de que un motor falle son astronómicas, pero puede llegar a pasar,
recuerden el accidente del río Hudson, pero para eso nos entrenamos los pilotos.
En una ocasión íbamos despegando cuando mi instructor me gritó: “forzado” de
inmediato intente virar para regresar a la pista, mi instructor me lo impidió
diciéndome: “jamás intentes regresar porqué te vas a matar” aterriza derecho,
al frente. Lección aprendida.
Debo aclarar, antes de
continuar, que los cadetes de la EMA cifran su existencia en el “vuelo”, por
supuesto que tienen otras actividades de todo tipo, clases, academias, marchas,
guardias, franquicias, arrestos, viajes a la ciudad de México en septiembre,
etc., etc., acuérdense: “sin trabajo, no hay placer” en otras palabras nos
enseñan que “no hay tortas gratis”, pero para nosotros todo gira alrededor de
esta maravillosa actividad que es el vuelo humano. Lo que este fuera de este círculo,
simplemente carece de importancia. Las personas o los cadetes que no vuelen, se
quedan fuera de nuestro mundo. Ya lo sé, indebidamente, pero así es. Esto puede
sonar un poco pretencioso pero es una realidad que no puedo ni debo ocultar, en
este sentido los pilotos somos necesariamente elitistas, porqué una vez en el
aire estamos auténticamente “solos”. Nadie va a tomar decisiones por nosotros y
lo tenemos que hacer rápido y bien ya que el precio a pagar, como todos
sabemos, es muy alto.
El hecho de volar, es decir,
desprenderse del contacto con la madre tierra, necesariamente conlleva cierta
magia, aquí en la tierra solo hay dos tipos de seres que vuelan: los pájaros y
los pilotos. Los primeros lo hacen naturalmente, los segundos tenemos que
aprender a volar, los pájaros el vuelo lo realizan sin pensarlo,
instintivamente, los humanos si tenemos que concentrarnos para poder volar.
Para empezar necesitamos algún tipo de aditamento, ya sean alas y alguna manera
de ponerlas en movimiento, ya saben,
para producir “levantamiento” y poder elevarnos, de hecho si quisiéramos volar
como los ángeles necesitaríamos unas alas enormes y una musculatura acorde para
poder “batirlas”. Hasta el día de hoy
eso no ha ocurrido
Hablar del vuelo no es tan
sencillo, pero al mismo tiempo es una gran satisfacción poder compartir con
ustedes esas experiencias, al fin y al cabo los pilotos realizamos una
actividad que nos da un gran placer, eso por si solo justifica los riesgos.
“El
placer no está en las cosas, sino en nosotros mismos” Richard Wagner.
Hasta pronto, sigan leyendo.
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