Cuando comenzó la Primera Guerra Mundial en 1914, el principal objetivo
de los aviones militares era el de reconocimiento.
El británico BE 2, del cual el BE 2B fue una variante, era apropiado para
esta tarea; Era muy estable en el vuelo, permitiendo a los ocupantes el estudio
del terreno, hacer fotos y tomar notas.
El BE 2 fue también uno de los primeros aviones en arrojar bombas. Uno de
los problemas más grandes para los diseñadores de aviones durante la guerra fue
el montaje de las ametralladoras.
En aviones que tenían hélices de montaje frontal, el campo de disparo
estaba restringido por la hélice y otras partes del avión.
El problema fue resuelto en 1915 por el alemán Anthony Fokker, que diseñó
un mecanismo interruptor que evitaba que la ametralladora disparara cuando la
pala de la hélice pasase frente el cañón.
El LVG CVI alemán tenía una ametralladora delantera a la derecha del
motor, también una ametralladora en la cabina de mando trasera y capacidad para
bombardear.
Fue uno de los aviones más versátiles de la guerra.
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