Por
el P. A. ENRIQUE GUERRERO OSUNA
Un sueño, del latín somnus,
viene a ser un simple acto de dormir. Pero
también el acto de soñar nos puede trasladar o transportar hasta donde la
imaginación nos lleve. Si nosotros queremos, nuestros sueños los podemos hacer
realidad. El arte y la pasión por el vuelo pueden llegar a ser un sueño, pero
como todas las pasiones humanas, si no se controla, se puede volver, una
obsesión, por eso debemos seguir el consejo de Jean-Jacques Rousseau: “todas
las pasiones son buenas cuando uno es dueño de ellas, y todas son malas cuando
nos esclavizan”. Lo ideal entonces será ubicarnos en el justo medio, es decir,
yo como piloto amo apasionadamente el vuelo desde que de chico, no hace mucho,
observaba con gran interés cualquier tipo de vuelo al que tuviera yo acceso,
parece una exageración, pero si vuela a mí me interesaba, y me sigue interesando.
Pero los sueños, si no se
les ponemos, como se dice coloquialmente, música al asunto, ahí se quedan, es
necesario ligarlos a la acción. Yo no puedo precisar en qué momento empecé a
soñar con volar, supongo que desde que tengo uso de razón, ni mucho menos me
acuerdo cuando empecé a planear el de cómo iba yo a dar satisfacción a ese
deseo tan acuciante de volar.. Lo que hice en ese entonces fue acercarme a los
aviones, es decir a un aeropuerto. Pero es sabido que escasamente los neófitos
podíamos acercarnos a los pilotos quienes se rodeaban de un aura de
semi-dioses, simplemente inalcanzables.
Curiosamente, eso ha cambiado muy poco,
eso lo digo con la seguridad que me dan mis 50 años en el medio. Son
escasas las solicitudes de información que me han hecho sobre la carrera de
piloto aviador, y no porque me sienta un ser privilegiado, nada de eso, más
bien es al contrario, cuando alguien me
interroga le doy toda clase de explicaciones que pueden ir desde varios minutos
hasta una conferencia completa si fuera el caso. Sin embargo esa idea de que los pilotos somos
muy serios y no tenemos tiempo para atender una pregunta sobre aviación, yo voy
totalmente en contra de esa actitud y procuro atender cualquier duda que se me
plantee. Hace algunos años antes de que nos entrara la paranoia del 11 de
septiembre y del terrorismo global, en algunas ocasiones dejaba yo entrar a las
cabinas especialmente a los niños que me lo solicitaban, pero igualmente a los
adultos. Ahora eso ya no se puede, ahora la tripulación “se encierra a piedra y
lodo” con puertas blindadas capaces de resistir varios impactos de una Magnum
357 con carga de proyección de dinamita, pero ya ven, un copiloto alemán
alterado de sus facultades mentales se encerró y dejo afuera a su capitán
conduciendo el avión a un impacto contra los Alpes suizos. De nada sirvieron
las medidas de seguridad., o más bien esas mismas medidas extremas de seguridad
impidieron que el capitán pudiera evitar el tremendo accidente, o más bien,
asesinato masivo de inocentes por una mente desquiciada.
Pero voy a “mil por hora” en
mi relato” permítanme retomar el tema. Una vez que me pude acercar a los
aviones en la ciudad de Mexicali, allá por los años 60as, fue en el pequeño
aeropuerto de Calexico, esto ya lo he relatado en alguna otra de mis divagaciones, pero en fin, ahí
estaba yo sin saber que hacer viendo desde la cerca como aquellos pequeños
aviones iban y venían, uno de los mecánicos que los atendían, al verme tan
nostálgico se apiado de mí y me hizo la seña que me acercará. Brinqué la cerca como gacela y me acerque a
donde estaba toda la razón de mi existencia, un avión Cessna 172. De inmediato
se me grabó en la mente el olor tan peculiar del gas-avión, desde entonces, si
lo percibo antes del desayuno significa solo una cosa: ¡que probablemente salga
a volar! Lo cual es la razón de ser de todo este enredo. Pero de que vale la
pena, lo vale. El mecánico de mi relato me dijo que no me acercará mucho porque
era peligroso, guarde mi distancia, pero al poco tiempo le pedí que si me
dejaba ayudarlo a limpiar los aviones, me dijo casi sin titubear: ¡Que de
ninguna manera, que si me veían los de la Migra ya saben, la que persigue a los
ilegales la iban a armar de clamor, es decir, yo no podía llevar a cabo ninguna
clase de esfuerzo que se considerará como un “trabajo” ya que yo no tenía
“papeles”, además era menor de edad. A
la sorda me las arregle para limpiar varios parabrisas cuyos dueños no me
dijeron nada, simplemente de daban un líquido
especial para limpiar micas de aviones y algunos trapos. Excuso decirles que
aquellos parabrisas los deje mucho más allá del proverbial “relinchando de
limpios”, también limpié las manchas de aceite y para mi sorpresa, después de
algunos días mi amigo me dejo acercarme a los aviones sin aquella reticencia de
“aléjate, no tienes papeles”. Si saben a lo que me refiero, más cerca del
paraíso no podía estar. Luego me encargaron una “chambita” que aunque no me gustaba
pero me permitía estar cerca de los aviones, esa chamba fue recoger pelotas de
golf, ya que habrán de saber que ese pequeño aeropuerto está próximo a un campo
de golf, así que los que golpean mal las pelotas van a dar muy próximo a los
aviones, cruzando la calle, esa fue mi chamba. El trabajo de limpiar parabrisas
me acarreo que uno de los pilotos me vio tan entusiasta con lo que hacía que me
dio si me gustaría volar con él, el mecánico tradujo todo aquello y al ver la
sonrisa en mi cara, el dueño del avión no esperó la respuesta. Si ustedes
alguna vez han esperado que algo extraordinario pase en nuestras vidas, pero
además con la seguridad de que les va a ocurrir, ese fui yo. Obviamente no pude
dormir. Simplemente mi suerte no podía ser mejor. Empero, existía un problema:
mi mamá y mis hermanas consideraban que aquello podía ser sumamente peligroso,
que si no tenía miedo. ¿Miedo?, les dije, ¡en lo absoluto! Más bien todo lo
contrario. A regañadientes me dejaron ir “al otro lado” –así se dice en Mexicali
cuando uno va a ir “pal otro lado”. El momento llegó, imagínense la excitación
de un jovencito que va a realizar el sueño de su vida, es decir, “volar”.
Imposible describir ese momento, aunque suene
a cliché, pero esa es la
realidad. Yo que había armado docenas de aviones a escala, que había
construido, junto con mi gran amigo Memo Orduño cuya familia vivían en “la
Jabonera” y andando el tiempo sus hermanos curiosamente también fueron a
estudiar a la E.M.A por lo que somos un grupo “muy selecto” de “pilotos
cachanillas”. En fin, armábamos, modelos de madera balsa, de vuelo libre
algunos, como el que tuvimos que perseguir hasta el edificio de la Telefónica y
otros de control con cables. Continuando con mi relato: iba yo a volar,
imposible detener la adrenalina. Desatamos el avión, luego supe, se trataba de
un Piper Tri-Pacer, un clásico, el
piloto hizo todo lo que hacemos los pilotos antes de cada vuelo, nos asignó
asientos, ya que éramos 4, tres pasajeros y el piloto. A mí me mandaron a un
asiento trasero, lo cual no me importó en lo más mínimo, ¿porque había de
importarme en qué lugar iba yo a gozar del vuelo? El sueño estaba a punto de
hacerse realidad. El motor arrancó sin
problemas, mientras íbamos rumbo a la pista el piloto les iba relatando en
inglés a sus amigos de lo que se
trataba, obviamente yo no entendí ni una jota, pero a quien le importaba.
El momento mágico llegó
inevitablemente. El piloto aplicó toda la potencia y allá fuimos, raudos como
un carro de carreras aceleramos, pero para mí aquello iba en “cámara lenta”
Y…oh momento sublime, como describirles el instante en que las ruedas de aquel pequeño
avión Piper abandonaron el asfalto, es algo hermoso, sublime, simplemente
avasallador. A partir de ese momento dejo de existir una sola sombra de duda de
que me gustaría estudiar o ser, para el caso era lo mismo, en un futuro. El
piloto nos ofreció un tour por el área, fuimos, ahora ya lo sé, a Salton Sea o
Lago Salado, al cual yo confundí con el mar. Entre paréntesis, este lago es único
en muchas partes del mundo, ya que sus aguas son altamente salinas,
probablemente procedentes del Pacífico. Este lugar tuvo su auge en los años
60as pero poco a poco todo se vino abajo. Ahora el Salton Sea está amenazado ya
que su nivel ha bajado alarmantemente al grado de considerarlo en vías de
desaparición. Pero nuestros vecinos ya estarán tomando medidas de protección,
sin embargo, una de las opciones, sería alimentarlo desde el Golfo de
California debido a que trasvasarle agua salada desde el Océano Pacífico no es
práctico, más bien debido a los desniveles topográficos la mejor opción sería
el Golfo de California a través de un canal, pero eso está pendiente debido a
que se requiere, como es comprensible una enorme cooperación entre ambas
naciones.
Por poco y me extravío en el
camino. Después del breviario cultural, retorno a mi negocio. Al regresar a mi
casa iba exultante, simplemente las palabras se me atropellaban en la boca al
tratar de contar aquella experiencia a mi familia. Mis hermanas vieron con
mucha reserva aquella alegría, en aquel momento, eso no me interesó. Yo había
volado por primera vez, y eso es algo que jamás se le olvida a un joven cuyo sueño es precisamente, el
vuelo.
A partir de ahí, fue solo
cuestión de tiempo que a mis amigos los mecánicos les preguntará: ¿En dónde se
puede estudiar aviación? Al principio había yo considerado empezar a estudiar
aviación por correspondencia, aunque ahora no se pueda creer nuestra inocencia,
existían cursos por correspondencia. Increíble. Y por poco me voy “de bruces”,
pero la cordura prevaleció y uno de aquellos mecánicos que había estado en la
Fuerza Aérea Mexicana, me dijo: porque no te vas a estudiar a Zapopan, de ahí
han salido casi todos los pilotos que andan fumigando en el Valle de Mexicali. Ahí
nació mi idea de ir estudiar al Colegio del Aire. El asunto era que Mexicali
está a más de 2,000 kilómetros de Guadalajara y no conozco a nadie por allá.
Primer Intento de Ingresar a
la E.M.A.
Me puse en contacto con La
Escuela Militar de Aviación me mandaron el Instructivo de Admisión con fechas,
requisitos, etc. Fui a concursar, pero debido a mi deficiente preparación,
nunca creí que fuera tan riguroso, salí reprobado, y me juré a mí mismo
regresar a Mexicali a preparar un segundo intento. Me matriculé en la Escuela
Preparatoria de la UABC pero solo estudiaba todo lo que contenía el famoso
Instructivo de Admisión, eso mismo me sirvió para pasar sin problemas los
exámenes de la UABC. La fecha volvió a llegar, de nuevo me presenté y esta vez como iba decidido a quedarme los
exámenes los pase sin problemas, saque un buen promedio y al tratar de buscarme
entre los concursantes pude saber que obtuve un muy buen lugar y que
prácticamente estaba aceptado. Ese día lloré, lloré como bebito en la soledad
del bosque, sin saber lo que me esperaba. Pero eso será necesario hacer un
recuento en otro capítulo debido a su extensión. Solo quisiera agregar que el
lograr ingresar a una institución como la Escuela Militar de Aviación de la
Fuerza Aérea Mexicana es un logro enorme, cuyas dificultades para lograrlo solo
las podemos valorar los que hemos tomado ese desafío. Los exámenes de admisión
son física, médica y culturalmente un enorme reto más alto que una montaña,
pero no imposible. Aquellos que logran aparecer en las famosas “listas” de
admisión, al no calibrar lo que les espera, se ponen felices de ese logro sin
igual…y tienen razón en estarlo, es un orgullo ingresar a la E.MA. Pero eso lo
vamos a desglosar poco a poco en otra ocasión, debido a que el espacio es reducido
para lo que nos proponemos, por lo tanto, los esperamos en la siguiente
edición. El Primer Año en la E.M.A. es tan avasallador en cuestiones
académicas, físicas y psicológicas que difícilmente tiene uno tiempo de pensar
en nuestra pasión: que es el vuelo…Eso
por el momento tiene que esperar.
El refrán de Publio Ovidio
nos sirve de marco: “Soporta y persiste. El dolor presente ha de serte de
provecho, en otra y mejor ocasión”.
Artículo enviado por nuestro
querido compañero F.A.P.A. ENRIQUE
GUERRERO OSUNA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario