Durante años numerosos periodistas realizaron viajes a la
Sierra Mazateca, en el sureste del Estado de Puebla, en la que se encuentra La
Guacamaya, montaña en la que se aseguró que se había estrellado el avión.
Estos periodistas aceptaron y difundieron la hipótesis de que
varios indígenas, como Bonifacio Carrera, Reynaldo Palancares y familiares de
ambos, asesinaron cruelmente a los aviadores españoles Mariano Barberán y
Joaquín Collar que habían resultado heridos tras impactarse su avión en la
montaña En vez de ofrecerles ayuda para su rescate, evacuación y posible
salvación, como vieran los indígenas que portaban armas y otros objeto de valor
–dicen esos periodistas- los asesinaron cobardemente para robarles. Incluso hay
quien dice que a uno de ellos lo enterraron aún con vida.
Aunque ninguno de estos periodistas aportó prueba alguna de
valor histórico o judicial que avalara sus relatos, esos trabajos periodísticos
se publicaron, se dieron por buenos y tuvieron un gran éxito de público. Fue
así como varias familias indígenas fueron ultrajadas física y moralmente al
señalarlas como asesinos y ladrones de los pilotos españoles, sin que se
aportaran pruebas y sin que ningún juez hubiera emitido sentencia sobre el caso.
Son varios los documentos que avalan la caída del avión al
mar, mismos que no habían sido estudiados y valorados por desconocimiento o
porque fueron voluntariamente desechados. En este libro se presentan
perfectamente catalogados. Son los siguientes:
El informe del coronel Alfredo Lezama Álvarez al jefe de la
Aeronáutica Militar de México, hecho en 1933.
El informe emitido por la Aviación Militar Española y
entregado al embajador de España en México, confirmando que el neumático
encontrado en Chiltepec, Tabasco, tres días después de la desaparición del
avión, era uno de los que llevaba el “Cuatro Vientos” como salvavidas debajo de
los asientos.
El oficio emitido por la empresa Comercial Pirelli de España,
en el que se asegura que el neumático encontrado en la Barra de Chiltepec,
Tabasco, había sido fabricado en España, fechado en 1933.
El informe del comandante Ramón Franco, que vino a México a
condecorar a los pilotos mexicanos que participaron en la búsqueda, escrito
después de entrevistarse con los aviadores militares y civiles mexicanos,
presentado a sus superiores en 1934.
Finalmente el autor analiza el minucioso y concluyente trabajo
realizado por el CITAAM, Comisión para la Investigación Técnica de Accidentes
de Aeronaves Militares del Ministerio de Defensa de España, cuyo dictamen final
es que el avión cayó al mar en las costas del Golfo de México, entre Frontera y
Minatitlán.
Todos estos documentos que cita el historiador se encuentran
disponibles en el Archivo del Ejército del Aire de España, ubicado en el
Castillo de Villaviciosa de Odón, Madrid.
Los periodistas que durante varias decenas de años han
escrito sobre la desaparición del avión “Cuatro Vientos”, y que aseguran que se
estrelló en la Sierra Mazateca, sistemáticamente ignoraron los informes
oficiales emitidos por las autoridades militares de México y España,
especialmente importantes y concluyentes los que firmaron el coronel Alfredo
Lezama Álvarez, subjefe de la Aeronáutica Militar de México, y el comandante
Ramón Franco, enviado oficial a México por la aviación militar española.
El autor de este libro, Manuel Ruiz, se refiere a la
importancia toral de estos documentos tienen para la historia del “Cuatro
Vientos” y demuestra que no los tomaron en cuenta en sus trabajos, bien fuera
voluntariamente o por desconocimiento de su existencia. En cualquiera de los
dos casos –asegura el historiador- se cometió un gravísimo error profesional
que devalúa los trabajos periodísticos ya que por ética profesional tenían la
obligación de documentarse adecuadamente y llegar al fondo de toda la
información, por recóndita que esta estuviera; más aún, cuando estaban acusando
de asesinos y ladrones a personas de las que publican sus nombres y apellidos.
Lamentablemente, dice Manuel Ruiz Romero-Bataller en su obra,
el anuncio de los falsos hallazgos, las retorcidas interpretaciones de hechos
no confirmados y la explotación de las informaciones de testigos que no
presenciaron ninguno de los hechos que relatan, crearon una laberíntica red
mediática que opacó la grandiosidad del vuelo inédito realizado en 1933
por los aviadores españoles Mariano Barberán y Joaquín Collar, a bordo del
legendario avión “Cuatro Vientos”.
Enfatiza el autor de este libro en los grandes valores del
vuelo realizado entre Sevilla y Camagüey en el que se utilizaron medios
astronómicos que permitieron una navegación exquisitamente exacta en un
trayecto de casi ocho mil kilómetros por el Atlántico Medio del que no había
cartas porque no había sido volado.
Es de hacerse notar que el vuelo del avión monomotor “Cuatro
Vientos”, construido en España y equipado con motor español Hispano Suiza,
dotado de medios de navegación astronómica, requería de una planeación rigurosa
y de una ejecución perfecta pues se trataba de un viaje en circunstancias de
riesgo máximo.
Igualmente exigía una tripulación altamente capacitada y
entrenada para enfrentar el reto más importante de la aviación de su época.
La perfecta conjunción de pilotos, aeronave, planeación y
ejecución permitió a la aviación española realizar exitosamente el vuelo más
largo que una aeronave hubiera hecho sobre el mar, récord que se mantuvo
incólume por varias decenas de años.
Tanto laberinto mediático, lleno de especulaciones,
contradicciones y falsedades, hizo florecer una leyenda aderezada con todas las
esencias del drama y la tragedia para que su indudable atractivo popular
alcanzara la categoría de mito y se convirtiera en una marabunta que opacó una
gran verdad histórica: la aviación española habría logrado protagonizar la más
grande hazaña aeronáutica de la época.
Los escritos de periodistas mexicanos, acusando a indígenas
de asesinato y pillaje en contra de los aviadores españoles Barberán y Collar,
tuvieron en España un gran éxito, tanto en los medios informativos como entre
historiadores que, no solamente los aceptaron como fuentes fiables, sino que
los divulgaron ampliamente en multitud de publicaciones.
Para el historiador Manuel Ruiz resulta inexplicable el hecho
de que hubiera tal unanimidad para aceptar esas acusaciones, mientas se
contribuía, directa o indirectamente, a dar por desconocidos los documentos
oficiales conservados en España que desmienten la argumentación del crimen y el
pillaje.
Hubo casos en los que se llegó a escribir textos ofensivos
como el que vamos a citar, salido de la pluma del periodista español José
Antonio Silva que, describiendo como ocurrieron los crímenes en La Guacamaya,
dice así:
“El indio inmóvil, mudo, con la mirada vidriosa y lejana de
su raza, tomó el dinero. El había oído llegar a aquel pájaro blanco, volando
bajo sobre las copas de los árboles milenarios. El motor venía fallando, tosía
como un animal enfermo. Desde el claro lo vio precipitarse en aquel mar verde y
profundo de la selva de las montañas de Méjico. Sonó un estruendo de maderas
rotas, los guacamayos chillaron asustados y se hizo el silencio. Ahora él,
Bonifacio Carrera, nativo de mil padres, tenía dinero. Era lo único importante”.
Le agradezco esta información que es real y por lo menos a través de los años va limpiando el buen nombre de mi abuelo.
ResponderEliminarSaludos cordiales.