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viernes, 27 de junio de 2014

¿QUE LE PASÓ AL CUATRO VIENTOS?



Durante años numerosos periodistas realizaron viajes a la Sierra Mazateca, en el sureste del Estado de Puebla, en la que se encuentra La Guacamaya, montaña en la que se aseguró que se había estrellado el avión.

Estos periodistas aceptaron y difundieron la hipótesis de que varios indígenas, como Bonifacio Carrera, Reynaldo Palancares y familiares de ambos, asesinaron cruelmente a los aviadores españoles Mariano Barberán y Joaquín Collar que habían resultado heridos tras impactarse su avión en la montaña  En vez de ofrecerles ayuda para su rescate, evacuación y posible salvación, como vieran los indígenas que portaban armas y otros objeto de valor –dicen esos periodistas- los asesinaron cobardemente para robarles. Incluso hay quien dice que a uno de ellos lo enterraron aún con vida.

Aunque ninguno de estos periodistas aportó prueba alguna de valor histórico o judicial que avalara sus relatos, esos trabajos periodísticos se publicaron, se dieron por buenos y tuvieron un gran éxito de público. Fue así como varias familias indígenas fueron ultrajadas física y moralmente al señalarlas como asesinos y ladrones de los pilotos españoles, sin que se aportaran pruebas y sin que ningún juez hubiera emitido sentencia sobre el caso.

Son varios los documentos que avalan la caída del avión al mar, mismos que no habían sido estudiados y valorados por desconocimiento o porque fueron voluntariamente desechados. En este libro se presentan perfectamente catalogados. Son los siguientes:
El informe del coronel Alfredo Lezama Álvarez al jefe de la Aeronáutica Militar de México, hecho en 1933.

El informe emitido por la Aviación Militar Española y entregado al embajador de España en México, confirmando que el neumático encontrado en Chiltepec, Tabasco, tres días después de la desaparición del avión, era uno de los que llevaba el “Cuatro Vientos” como salvavidas debajo de los asientos.

El oficio emitido por la empresa Comercial Pirelli de España, en el que se asegura que el neumático encontrado en la Barra de Chiltepec, Tabasco, había sido fabricado en España, fechado en 1933.

El informe del comandante Ramón Franco, que vino a México a condecorar a los pilotos mexicanos que participaron en la búsqueda, escrito después de entrevistarse con los aviadores militares y civiles mexicanos, presentado a sus superiores en 1934.
Finalmente el autor analiza el minucioso y concluyente trabajo realizado por el CITAAM, Comisión para la Investigación Técnica de Accidentes de Aeronaves Militares del Ministerio de Defensa de España, cuyo dictamen final es que el avión cayó al mar en las costas del Golfo de México, entre Frontera y Minatitlán.

Todos estos documentos que cita el historiador se encuentran disponibles en el Archivo del Ejército del Aire de España, ubicado en el Castillo de Villaviciosa de Odón, Madrid.
Los periodistas que durante varias decenas de años han escrito sobre la desaparición del avión “Cuatro Vientos”, y que aseguran que se estrelló en la Sierra Mazateca,  sistemáticamente ignoraron los informes oficiales emitidos por las autoridades militares de México y España, especialmente importantes y concluyentes los que firmaron el coronel Alfredo Lezama Álvarez, subjefe de la Aeronáutica Militar de México, y el comandante Ramón Franco, enviado oficial a México por la aviación militar española.

El autor de este libro, Manuel Ruiz, se refiere a la importancia toral de estos documentos tienen para la historia del “Cuatro Vientos” y demuestra que no los tomaron en cuenta en sus trabajos, bien fuera voluntariamente o por desconocimiento de su existencia. En cualquiera de los dos casos –asegura el historiador- se cometió un gravísimo error profesional que devalúa los trabajos periodísticos ya que por ética profesional tenían la obligación de documentarse adecuadamente y llegar al fondo de toda la información, por recóndita que esta estuviera; más aún, cuando estaban acusando de asesinos y ladrones a personas de las que publican sus nombres y apellidos.

Lamentablemente, dice Manuel Ruiz Romero-Bataller en su obra, el anuncio de los falsos hallazgos, las retorcidas interpretaciones de hechos no confirmados y la explotación de las informaciones de testigos que no presenciaron ninguno de los hechos que relatan, crearon una laberíntica red mediática que opacó la grandiosidad  del vuelo inédito realizado en 1933 por los aviadores españoles Mariano Barberán y Joaquín Collar, a bordo del legendario avión “Cuatro Vientos”.

Enfatiza el autor de este libro en los grandes valores del vuelo realizado entre Sevilla y Camagüey en el que se utilizaron medios astronómicos que permitieron una navegación exquisitamente exacta en un trayecto de casi ocho mil kilómetros por el Atlántico Medio del que no había cartas porque no había sido volado. 

Es de hacerse notar que el vuelo del avión monomotor “Cuatro Vientos”, construido en España y equipado con motor español Hispano Suiza, dotado de medios de navegación astronómica, requería de una planeación rigurosa y de una ejecución perfecta pues se trataba de un viaje en circunstancias de riesgo máximo. 

Igualmente exigía una tripulación altamente capacitada y entrenada para enfrentar el reto más importante de la aviación de su época.
La perfecta conjunción de pilotos, aeronave, planeación y ejecución permitió a la aviación española realizar exitosamente el vuelo más largo que una aeronave hubiera hecho sobre el mar, récord que se mantuvo incólume por varias decenas de años.

Tanto laberinto mediático, lleno de especulaciones, contradicciones y falsedades, hizo florecer una leyenda aderezada con todas las esencias del drama y la tragedia para que su indudable atractivo popular alcanzara la categoría de mito y se convirtiera en una marabunta que opacó una gran verdad histórica: la aviación española habría logrado protagonizar la más grande hazaña aeronáutica de la época.

Los escritos de periodistas mexicanos, acusando a indígenas de asesinato y pillaje en contra de los aviadores españoles Barberán y Collar, tuvieron en España un gran éxito, tanto en los medios informativos como entre historiadores que, no solamente los aceptaron como fuentes fiables, sino que los divulgaron ampliamente en multitud de publicaciones.

Para el historiador Manuel Ruiz resulta inexplicable el hecho de que hubiera tal unanimidad para aceptar esas acusaciones, mientas se contribuía, directa o indirectamente, a dar por desconocidos los documentos oficiales conservados en España que desmienten la argumentación del crimen y el pillaje.

Hubo casos en los que se llegó a escribir textos ofensivos como el que vamos a citar, salido de la pluma del periodista español José Antonio Silva que, describiendo como ocurrieron los crímenes en La Guacamaya, dice así:

“El indio inmóvil, mudo, con la mirada vidriosa y lejana de su raza, tomó el dinero. El había oído llegar a aquel pájaro blanco, volando bajo sobre las copas de los árboles milenarios. El motor venía fallando, tosía como un animal enfermo. Desde el claro lo vio precipitarse en aquel mar verde y profundo de la selva de las montañas de Méjico. Sonó un estruendo de maderas rotas, los guacamayos chillaron asustados y se hizo el silencio. Ahora él, Bonifacio Carrera, nativo de mil padres, tenía dinero. Era lo único importante”.

1 comentario:

  1. Le agradezco esta información que es real y por lo menos a través de los años va limpiando el buen nombre de mi abuelo.
    Saludos cordiales.

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