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martes, 5 de mayo de 2009

EL CONQUISTADOR DEL CIELO


Éste, es un reconocimiento personal, a mi Profesión, a la Fuerza Aérea Mexicana, a mis compañeros, a la Escuela Militar de Aviación que me formó, al Colegio del Aire que me cobijó en la Basé Aérea de Zapopan, y a muchas aventuras que viví con... LAS ALAS EN MI PECHO. 


Como siempre, mi mente estará recordando amigos y amigas, aquellos días de mi niñez en que en el segundo piso del palacio municipal de Lerdo tenían guardados los restos del Conquistador del Cielo, el avión con el que triunfó Francisco Sarabia Tinoco. Yo me subía al fuselaje de ese avión y creo que ahí comenzaron mis sueños de volar. Luego fué mi padre el que construyó el monumento dónde ahora descansa el avión, a la entrada de Lerdo sobre el Boulevard Miguel Alemán.


Francisco Sarabia dijo: "Por la grandeza de mi patria triunfaré"

Por eso recuerdo al héroe de héroes de la aviación mexicana, Francisco Sarabia Tinoco.

El valiente y esforzado capitán Francisco Sarabia, figura legendaria de la aviación mexicana.

La espesura de la noche empezaba a envolver todo con su negro ropón, creando tanto desencanto como la aguja del medidor de combustible que se recostaba suavemente en la posición de "vacío". Apenas a lo lejos, un tenue destello aparecía; se acrecentaba poco a poco y se transformaba en un racimo de miles de perlas tan brillantes como pequeñas. Cada perla de luz representaba una alegría, la motivación y la esperanza de llegar a la meta. Al bravo aviador, entumido tras más de diez horas recluido en el seno de su avión, le parecía sentir latir su corazón con mayor fuerza que los casi mil caballos del vital motor que, cumplidamente, impulsaba al bólido aéreo hasta el centro de la tupida colmena de luces, que daban ya forma reconocible a las calles, edificios y monumentos de la bulliciosa ciudad de Nueva York.

Un breve chillido, después, metálicas y espaciadas vibraciones al tiempo que se ahogaban los últimos suspiros de la fuerza de sustentación que abandonaba al avión, con suavidad magnánima, mientras éste se movía sobre la pista cada vez más despacio, hasta detenerse ante una multitud expectante que estalló en júbilo al dar la hélice sus últimas brazadas. El héroe, casi exhausto, pero con una sonrisa radiante y gentil, era jalado por cientos de manos cálidas hacia el núcleo de aquella masa de almas emocionadas y conmovidas, donde distinguió el rostro de seres queridos, pero volvió por un momento la mirada y la feliz sonrisa hacia su montura alada, compañera de 3,781 Km de aventuras y peligros, y como con una caricia suave y amorosa, pasó su mano sobre el liso fuselaje, adornado con grandes letras góticas que rezaban: "Conquistador del Cielo". Imagen poderosa y elegante de un icono del cenit de la era de los grandes hazañas de la aviación, el inmortal Q.E.D. "Conquistador del Cielo", brioso corcel aéreo de don Francisco Sarabia en su vuelo de marca mundial México-Nueva York en 1939.

Francisco Sarabia Tinoco, con su famoso monoplano R-6H Q.E.D., había cumplido con la palabra empeñada, alcanzando para México, ese 24 de mayo de 1939, la marca mundial de velocidad entre el legendario campo de Balbuena, en la ciudad de México, y el célebre campo Floyd Bennett de la ciudad de los rascacielos. Esta hazaña lo encumbró hasta la cima de la popularidad, convirtiéndolo en el ejemplo más puro del esfuerzo, el profesionalismo y la valentía de un pueblo que palpita en sus jóvenes; en Estados Unidos lo llegaron a llamar el "Lindbergh mexicano", mas para sus connacionales no tenía igual, era el gran "Pancho" Sarabia, aventurero pero hombre cabal, maestro de generaciones ya legendarias de pilotos comerciales, impulsor del desarrollo del Sureste mexicano con su progresista, rentable y vital empresa de aviación, Transportes Aéreos de Chiapas, operada totalmente por manos mexicanas en una época en que con gran voracidad, los extranjeros controlaban mayoritariamente las aerolíneas del país. Pero el destino tenía preparado para Sarabia escalar un peldaño más: alcanzar la inmortalidad, entregándose a las frías aguas del río Potomac.

El 7 de junio de 1939 en Washington, Sarabia, tras pagar una visita de cortesía al presidente de los Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, en la que le entregó una carta del presidente mexicano, general Lázaro Cárdenas, que estrechaba cálidamente los lazos de amistad entre los dos países y daba por cumplida su misión de buena voluntad, enfiló proa a la patria, sin saber que enfrentaba su último vuelo...

¡Increíble! Una estopa, una maraña sucia de aceite, sin forma definida, impersonal, se convirtió en artero y cruel asesino, estrangulando al avión, privándolo de respirar el vital aire de forma tan furtiva que nadie pudo advertir el peligro. Los últimos espasmos del motor, luchando inútilmente por su vida, hicieron darse cuenta al intrépido "Pancho" que algo andaba muy mal, justo cuando quedaba atrás la pista del campo aéreo Bolling y enfrente un espejo ineludible de apacibles aguas que le retaba a hacer gala de toda su pericia, ¡y la pericia sobraba en manos de este aviador! Con la tranquilidad ganada a pulso en infinidad de vuelos, Sarabia administró con maestría las ultimas energías del avión, al que posó, con el motor y la hélice inertes, silbando suavemente, sobre el agua. El tren de aterrizaje perturbó la paz del río, que respondió con una zancadilla suplicante, la máquina tropezó, pero no violentamente, sino con elegancia, descansando casi de cabeza, con la trompa y la cabina engullidas por las aguas que traicioneramente impidieron el rescate del héroe mexicano. El avión casi no sufrió daños, Sarabia realizó a la perfección el acuatizaje de emergencia, pero quedó en una trampa mortal que le robó el aire como la estopa a su motor.

¿Por qué parece que nuestros más queridos personajes tienen que morir trágica y prematuramente para ser apreciados en toda su dimensión? Francisco Sarabia Tinoco, en vida orgullo de una nación y tras su muerte gran ídolo de nuestro pueblo, vio la luz primera en Ciudad Lerdo, Durango, el 3 de julio de 1900. Hoy su memoria sigue viva, ahí, en su ciudad natal, donde su fiel compañero, erguido elegantemente en imponente silencio, con su figura robusta, como si estuviera listo a emprender una nueva aventura en cualquier momento, el "Conquistador del Cielo" parece esperar leal y pacientemente a su amo, rindiendo tributo a las hazañas y aventuras de los más grandes aviadores de la historia. También me hace recordar a mi señor padre que fue quien construyó el monumento para EL CONQUISTADOR DEL CIELO.

1 comentario:

  1. Hola, saludos

    Solo para mencionar aquí que he estado leyendo material sobre el héroe lagunero de la aviación nacional, Francisco Sarabia y su conquistador del cielo, me da gusto saber que hay gente que se ha dado a la tarea de no dejar que la leyenda sea olvidada, y en cuanto al legado de tu padre que te puedo decir, ha de ser un orgullo que su legado tenga relación con la leyenda de nuestro 'Pancho' Sarabia

    Saludos nuevamente

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