https://www.paypal.com/cgi-bin/webscr?cmd=_s-xclick=PNMDY4F6J8BEC

jueves, 7 de mayo de 2009

QUE GRAN DIFERENCIA


Éste, es un reconocimiento personal, a mi Profesión, a la Fuerza Aérea Mexicana, a mis compañeros, a la Escuela Militar de Aviación que me formó, al Colegio del Aire que me cobijó en la Basé Aérea de Zapopan, y a muchas aventuras que viví con... LAS ALAS EN MI PECHO. 

Es volar un avión pesado a volar un avión ligero. Era el verano de 1985 cuando mi hermano Sergio vino de vacaciones a La Paz. Él ahora es capitán de Airbus 319 y 320 en Mexicana de aviación, pero en aquel tiempo él volaba Boeing 727. Yo estaba volando el DC-9-15 en AeroCalifornia. Entonces me pidió que lo llevara a volar para ver la Bahía de La Paz. Mi cuñado Eduardo era dueño de un Cessna 150, se lo pedí prestado y ahí vamos los dos hermanos, cada quien éramos comandantes de cada uno de nuestros aviones (727 y DC-9) El despegue, facilito, volar encima de la Bahía a 1,000 pies, más facilito, darle la vuelta a la isla Espíritu Santo y volar a ras todas las playas de la isla en el Cessna 150, formidable. Pero aterrizar de nuevo, un avión ligero sobre el asfalto de la pista del aeropuerto Márquez de León, para dos capitanes de aeronaves pesadas, fue una proeza e hizo que todos los pilotos bisoños de La Paz, se rieran de nosotros. Yo le dije a mi hermano: “OK YA ESTAMOS ENFILADOS A LA PISTA 18, ATERRÍZALO” y él me contesto: “NO, ATERRIZALO TU” “NO TU” “MEJOR TU” y la decisión fue aterrizarlo entre los dos. Creo que la primera vez que rompimos el planeo, el Cessna estaba a 50 pies de la pista, lo bajamos 10 pies más y volvimos a romper el planeo a 40 pies, el avión no tocó la pista, y lo volvimos a bajar 10 pies, parecía que íbamos bajando por una escalera, fueron cinco escalones de a 10 pies cada uno y el avión por fin tocó la pista, y mi hermano y yo sudando la gota gorda. Más tarde, mi hermano, mi cuñado y yo, sentados en el Perico Marinero frente a una Pacífico bien fría nos reíamos, imaginando ver a un Cessna 150 bajando por una escalera.

Dice el refrán que “UNO NO EXPERIMENTA EN CABEZA AJENA” el 17 de enero de 1987 tuve un pequeño accidente al golpear con la rueda de nariz de un ultraligero, contra una gran piedra al tratar de aterrizar, en una pistita de tierra que se encuentra sobre la sierra del Cajón en San Diego.
Este ultraligero era propiedad de un buen amigo, el Licenciado Antonio Chávez, él no lo volaba, le habían pagado una deuda con el ultraligero y lo tenía en esa pista, la cual queda junto a un pequeño lago. Yo, llegaba en el DC-9 a Tijuana, y después de comer, mi amigo Antonio Chávez me llevaba al Cajón, sacábamos de un hangarcito el ultraligero y ahí te va, “El Viejito” despegaba, volaba una hora más o menos y regresaba feliz. Pero esa tarde del 17 de enero de 1987 me enfilé muy atrás hacia la pista, me descuidé y bolas, le pego a una gran roca que estaba unos cincuenta metros antes de la cabecera, y quede sembrado en tierra. Afortunadamente a mi no me paso nada, pues el golpe fue a una mini velocidad, y al ultraligero quedo con la punta del tubo principal doblado, los pedales se soltaron, y se safó a rueda de nariz, al resto no le paso nada, alas, motor, empenaje, controles intactos, pero si es una gran diferencia, el estar volando aviones pesados y romper el planeo allá arriba y luego aterrizar un ultraligero con las pompas embarradas en el suelo.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario